domingo, 27 de febrero de 2011

EPIFANÍA

Los eventos acontecidos en el Oriente Medio desde hace un poco más de un mes han sido una epifanía, una verdadera revelación para todos.  Hemos visto que varios presidentes o dirigentes vitalicios quienes supuestamente habían logrado su apoteosis han sido traídos de nuevo al mundo terrenal, y luego expulsados de su territorio por quienes supuestamente eran sus fieles súbditos y creyentes.  A mi juicio es todavía imposible predecir el futuro de las revoluciones que triunfaron en Túnez y en Egipto, y la que espero se alce con la victoria en Libia.  Sin embargo, me parece que lo ocurrido es valioso para toda la humanidad, y que debería obligar a meditar a los aspirantes a dirigentes vitalicios, a los dictadores con disfraz de dirigentes demócratas, en nuestro continente.  Además pone de manifiesto que hay derechos universales, aspiraciones e ilusiones compartidos por todos.  Finalmente evidencia el impacto de la arrolladora y triunfante corriente que impulsa la globalización.  Veamos por qué.

Por largo tiempo muchos han sostenido que los conceptos que forman la base de nuestros derechos como personas, tales como el derecho a la vida, la libertad y la propiedad, así como el derecho al gobierno democrático, son producto de nuestra cultura occidental.  Siendo esto así, no pueden ser entonces aplicados universalmente.  Es decir, los derechos son específicos y derivados de la cultura de los pueblos y por tanto no pueden ser universales.  Este argumento se utilizó para justificar el monopartidismo en África por varias generaciones, y fue la base de la crítica a algunos dirigentes occidentales a quienes se les acusó de pretender “imponer” esos conceptos a otras naciones y culturas.  Se llegó al extremo de aseverar, como crítica a esos dirigentes, que” la democracia no es exportable”.  Los recientes eventos del Oriente Medio son una categórica refutación de tal aseveración.  Lo que ponen de manifiesto es que el espíritu humano es único y universal, y que la libertad y la democracia están íntimamente ligados y son universales.  Por supuesto que sobreviven aún regímenes que niegan la libertad del pueblo, aún en nuestro continente, pero cada día que pasa se pone de manifiesto su anacronismo y su ilegitimidad. Como soy un inveterado optimista, estoy convencido que en los próximos veinte a treinta años veremos un mundo integrado casi totalmente por países gobernados democráticamente.  Me parece fácil predecir que en nuestro continente todos los gobiernos serán democráticos en unos pocos años más.

Lo que también resulta ser un fenómeno interesante es que las revoluciones del Oriente Medio parecieran ser espontáneas.  Es difícil identificar a un líder, o a un conjunto de líderes.  Simplemente se trata de enormes grupos de personas, principalmente profesionales y de trabajadores de clase media  que han coincidido en un ansia de libertad y democracia.  Hasta ahora han sido revoluciones en búsqueda de líderes.  En algunos casos, como en Túnez, el ahora líder póstumo se inmoló a causa de su desesperación por su desempleo, antes de que se iniciara la revolución.  Algunos arguyen que los llamados “medios de comunicación social”, es decir el internet, Facebook y Twitter, han sido los facilitadores de las revoluciones.  Otros rechazan esa idea señalando los muy bajos índices de penetración del internet en esos países.  Sin embargo, una baja penetración en el ámbito nacional no implica una baja penetración en los segmentos de la población que ansían la transformación y el cambio.  Lo que nadie parece dudar es que mientras los medios tradicionales, en particular los periódicos publicados en papel, cada vez llegan a menos personas, los medios de comunicación social, incluyendo los diarios electrónicos, cada día son más influyentes y circulan globalmente.  En ese sentido, las recientes revoluciones son, al menos parcialmente, criaturas de la globalización.  Como resultado, es de esperar que los regímenes dictatoriales y autocráticos tomen medidas, cada vez más duras, para evitar que sus pueblos tengan acceso a esos medios.  Uno podrá medir fácilmente la libertad en un país por las restricciones y obstáculos que los gobernantes impongan a los medios de comunicación social.

En cuanto a los aspirantes y practicantes de la autocracia y la dictadura en nuestro continente, lo prudente sería que comenzaran a tomar medidas para entregar el poder y hacerse a un lado.  Eso es preferible a sufrir la suerte que enfrenta Gadafi, quien ni siquiera puede aspirar a tener un exilio dorado.  Si encuentra un país que le conceda asilo (y sería una vergüenza que se le concediera en nuestro continente) siempre vivirá con la casi certeza que se le juzgará y condenará en la Corte Internacional Penal.  La historia nos demuestra que las personas están dispuestas a temporalmente supeditar sus derechos ciudadanos a una mejoría sustancial en su situación económica.  China es la mejor prueba de esto.  Sin embargo, en nuestro continente los gobernantes autocráticos o dictatoriales han profundizado la pobreza de sus pueblos.  Las revoluciones del Oriente Medio ponen de manifiesto que esas situaciones son insostenibles.  También reafirman las sabias palabras de mi madre que decía que “no hay mal que dure cien años, ni pueblo que lo aguante”.  Los vientos del cambio soplan en otras latitudes, y como vientos, tarde o temprano llegarán a nuestra América.  Me atrevo a pensar que llegarán temprano y que veremos el sol de la libertad y la democracia resplandecer en todo nuestro continente.

lunes, 14 de febrero de 2011

VIOLENCIA Y DELINCUENCIA

El Banco Mundial prepara anualmente su Informe de Desarrollo Global, el cual siempre tiene un tema conductor. En esta ocasión, el tema es la violencia y la delincuencia, y el efecto que estas tienen sobre el desarrollo económico. Del informe en referencia, que será publicado próximamente, he tomado la gráfica que se muestra a continuación:
La gráfica muestra la tasa de homicidios, medidos por cada cien mil habitantes, para todos los países de la región, incluyendo a Belice y Panamá. Como la lectora podrá apreciar, a partir del 2008 tuvimos la tasa más alta de toda la región, y una de las más altas del mundo. También podrá observar como la tasa creció de 1999 hasta el 2002, y como a partir de ese año comenzó a bajar, mostrando un pequeño repunte en el 2005. A partir del 2006 el crecimiento es acelerado. El informe no incluye cifras para el 2010, pero aunque no hubiera crecimiento en la tasa, el valor absoluto resulta inaceptable. 

Al leer la gráfica resulta obligado preguntar ¿qué pasó del 2002 al 2006? Si las medidas tomadas en aquel entonces funcionaron, ¿no deberíamos aplicarlas nuevamente? Si se están aplicando, ¿por qué no funcionan ahora, o cómo habría que modificarlas para que funcionen? 

Es posible que el crimen organizado haya evolucionado y que lo que funcionó bien antes, no rinda frutos ahora. Si eso fuera así, entonces habría que proponer nuevas medidas para hacer frente a la inseguridad. Lo que debe resultar claro es que si no vencemos la inseguridad, si no recuperamos la paz y la concordia, no lograremos los niveles de inversión necesarios para crear los puestos necesarios para reducir el desempleo y la pobreza. Y todos sabemos que el desempleo y la violencia generan un círculo vicioso, ya que se refuerzan mutuamente. 

Los tiempos exigen que seamos creativos y que revisemos nuestros paradigmas y nuestros sesgos. Tal vez sea necesario revisar el concepto de policía, optando por descentralizarla, creando policías municipales fuertes (al menos en el caso de los municipios grandes) y una policía nacional que se dedique exclusivamente a temas del crimen organizado. Una policía municipal, basada en un esquema comunitario, con postas y personal asignado a los diferentes barrios, con reclutamiento local que haga innecesario proveer dormitorios para los policías, permitiría que las comunidades tomen control de su seguridad y su policía. Generaría un clima de confianza entre la población del vecindario y los policías de la posta, y en general facilitaría el apoyo, incluso financiero, de la comunidad a su policía. Todos estamos favorablemente dispuestos a apoyar lo que consideramos nuestro. Si lo duda, vea lo que sucede con nuestra Selección. 

Por otro lado, es necesario aumentar el número de mujeres policías. La experiencia de otros países demuestra que eso produce múltiples beneficios, entre ellos combatir la violencia doméstica. También hay que recurrir a la tecnología moderna, en términos de cámaras de televisión para vigilar los puntos neurálgicos del vecindario y para controlar el tránsito vehicular, multando a quienes irrespeten las leyes y reglamentos vigentes. Igualmente puede instalarse GPS en las patrullas policiales y en las ambulancias para atender rápidamente las emergencias que se presenten. Finalmente, en cado barrio, y en cada estación de policía comunitaria, se podría instalar un centro de atención al cliente que opere continuamente y al cual se informaría de las emergencias que se presenten y desde donde se controlaría todo el sistema, incluyendo las patrullas y las ambulancias. Algunas pensarán que esto es imposible. A ellas les sugiero que visiten Puerto Cortés y verán lo que allá se ha logrado. El sistema no es perfecto, todavía, pero puede llegar a serlo con una policía municipal fortalecida. 

Además de lo anterior, se vuelve necesario sacar al ejército a las calles, en tareas claramente definidas y con carácter disuasivo. Para el caso, se les podría colocar como pasajeros en los buses urbanos e interurbanos, lo que seguramente reduciría los asaltos y la violencia que se da en ellos. Finalmente, es necesario destacar a grupos de elementos de las fuerzas armadas a los territorios usados por los traficantes de drogas. Debemos recuperar prontamente el control de nuestro territorio. Para muestra un botón. Desde que se envió un pequeño grupo de elementos de la Marina a Guanaja, cesaron todas las historias sobre el tráfico de drogas en esa isla. 

Todavía estamos a tiempo de combatir la violencia y la delincuencia. Entre más demoremos, más difícil será. Estudiemos las razones del éxito logrado entre el 2002 y el 2006, y repliquemos lo que muestre tener probabilidades de éxito en el presente. Por sobre todo, revisemos nuestros esquemas mentales y no temamos innovar. Si no lo hacemos, si no combatimos la violencia y la delincuencia, perderemos el país que todos amamos.

lunes, 7 de febrero de 2011

POLÍTICA PARA CENTRO AMÉRICA

Recientemente se celebró en Washington una reunión en el Centro Woodrow Wilson en la cual participaron los embajadores de Estados Unidos en Centro América, Belice y Panamá. Los embajadores supuestamente explicarían la política de Estados Unidos para la región. Debo confesar que no asistí a la reunión porque pensé que sería desperdiciar mi tiempo. A mi juicio es evidente que Estados Unidos no ha definido una política de la región. Seguramente que los Embajadores dirán que la política se basa en el apoyo a la democracia, el respeto a los derechos humanos y la lucha contra la pobreza. De hecho, eso mismo puede decirse para la política de Estados Unidos en general, pero ¿qué implica eso concretamente? En el caso de Centro América, muy poco. Permítanme explicar por qué. 

Es evidente que la atención de Estados Unidos está centrada en otras partes del mundo. En este momento, Egipto se tambalea, y su caída implicaría un duro golpe para la política de Estados Unidos en Oriente Medio. Después que durante 30 años apoyaron un régimen autoritario, que violentó los derechos humanos e impidió el establecimiento de la democracia, es decir contradijo todos los supuestos principios de la política exterior de Estados Unidos, ahora, cuando el país arde, proponen reformas para establecer la democracia y para el respeto a los derechos humanos. Todo esto resulta ahora ser muy poco y ofrecido muy tarde. Pero bien, volviendo a nuestro tema, nuestra región ha caído en el olvido, el “olvido benigno”, como suelen llamarlo los politólogos estadounidenses. Simplemente no hay política porque suponen que en la región continuará imperando la precaria “paz” que se da en estos momentos. 

El olvido en el cual hemos caído se refleja aún en el ámbito comercial. Mientras los tratados de libre comercio negociados y firmados con Panamá y Colombia languidecen esperando que el Congreso los ratifique, Estados Unidos afanosamente busca un tratado de libre comercio con Corea. Piensan que como los coreanos son ahora ricos, el tratado le permitirá a Estados Unidos vender más a Corea. Según ellos, eso les permitirá crear nuevos puestos de trabajo, y así el Presidente Obama podrá acariciar su proyecto de reelección. En el caso de Panamá y Colombia ven, según ellos, países pobres que poco o nada les comprarán y que mucho les venderán. En lugar de que la política comercial sea un complemento de la política externa de Estados Unidos, en efecto la política externa se ha convertido en un apéndice de la política comercial, y esta, lamentablemente, tiene un horizonte de muy corto plazo. En lugar de crear un área de libre comercio que abarque desde México hasta Colombia, la ausencia de una política externa ha fomentado el resentimiento y la división. 

Tampoco puede decirse que cuentan con una política migratoria, más allá de desincentivar la migración y de repatriar a quienes puedan capturar por haber migrado ilegalmente. El partido de gobierno tuvo control absoluto de ambas cámaras del Congreso, lo cual les garantizaba que podían aprobar todos sus proyectos y cumplir con sus promesas de campañas. Sin embargo, no se atrevieron a presentar un proyecto para normalizar la situación de millones de nuestros compatriotas. Con ello, traicionaron la confianza que los hispanos les habían otorgado al haber votado masivamente por el partido Demócrata. 

Finalmente, donde sí parecen tener una política es en lo referente al narcotráfico. Lamentablemente, es una política equivocada y fracasada. Se puede resumir diciendo que ellos ponen los dólares y nosotros los muertos. 

Mientras ellos proveen asistencia militar y de otro tipo, nuestras instituciones se deterioran, el estado de derecho sucumbe y el control de nuestro territorio pasa a manos de los narcotraficantes. Para colmo de males, esto fomenta el crimen organizado y toda nuestra población sufre. La situación ha llegado a tal extremo que Costa Rica ha autorizado a las fuerzas armadas de Estados Unidos para que ingresen a su territorio, si eso es necesario para combatir el narcotráfico. Por otro lado, los narcotraficantes usan los dólares pagados por los consumidores de Estados Unidos para comprar armas en Estados Unidos, armas que luego usan para matarnos. No conozco el flujo de los dineros que produce la venta de droga en Estados Unidos, pero no me sorprendería que la mayoría regrese a Estados Unidos por medio de la venta de armas, propiedades, autos y otros bienes suntuarios, y que otro tanto termine depositado en los bancos de Estados Unidos como consecuencia del lavado de activos. 

Resumiendo, no se percibe una política externa para la región. Sí parece haber una política comercial, a la cual se supedita la política externa, y que parece estar sesgada en nuestra contra. No se percibe tampoco una política migratoria, más allá de tratar de poner trabas a la migración y recurrir a la deportación masiva. Finalmente, en cuanto a la lucha contra el narcotráfico, más que una política se percibe una estrategia que, nuevamente, solo produce resultados nefastos para nuestra región. Lo peor es que no veo razón alguna por la cual esta situación cambiará durante esta Administración. Simplemente, sus prioridades son otras. Ojalá que esté equivocado, pero no creo que sea así.