sábado, 12 de noviembre de 2011

DESENCUENTRO

Impresiona, y preocupa, el desencuentro entre la clase política y los ciudadanos de nuestro país.  Más que un desencuentro, parece que se ha llegado a un divorcio.  En tanto los ciudadanos claman por seguridad y empleo, los políticos se empecinan en discutir temas que solo a ellos les interesa.  Enfrascados en sus luchas por el poder, el control y los beneficios atinentes a ambos, ignoran el reclamo popular.  Lo irónico del caso resulta ser que si persisten en su tozudez, el divorcio se oficializará y perderán todo el poder y las prebendas que tanto ansían.  Pero permítanme explicarme en más detalle.

Como decía inicialmente, mientras la delincuencia nos baña en sangre y mientras el desempleo campea entre nosotros, los políticos se afanan en discutir temas que, en este momento, son poco menos que irrelevantes para nuestra población.  Entre estos cabe citar la convocatoria a una asamblea constituyente, la creación de un tribunal constitucional y la integración del Consejo de la Judicatura.  Afortunadamente, parece que la convocatoria a la asamblea constituyente quedó en el olvido, al percatarse los políticos del poco interés que la población le asigna al tema.  Sin embargo, luego surgió la idea de crear un tribunal constitucional, cosa que para la población es absolutamente irrelevante.

En realidad, la Corte Suprema ya cuenta con una Sala Constitucional y por tanto este nuevo órgano luce totalmente innecesario.  Si la razón para crearlo es evitar que en las disputas entre poderes la Corte se convierta en juez y parte, entonces, ¿cómo se evitará esto cuando el Tribunal Constitucional entre en pugna con los otros poderes del Estado?  ¿Habrá que crear otra instancia?  Si uno ve los modelos más prestigiados y probados a lo largo del tiempo, verá que otras democracias maduras, como la de Estados Unidos, no ha tenido que crear estos órganos.  En efecto, la Corte Suprema de Estados Unidos fundamentalmente se dedica a resolver temas ligados a la constitucionalidad de los actos de otros.  En este orden de cosas, una opción sencilla y clara sería convertir a la actual Corte Suprema en una Corte Constitucional, lo cual también volvería más expedito el sistema judicial al no llegar a la Corte Suprema algunos de los casos que debe atender actualmente.  Al final, me parece que lo que se ha pretendido es volver al pasado, retroceder a los peores momentos de nuestra historia, en los cuales los políticos controlaban el poder judicial.  No puedo olvidar el cinismo de un político y banquero cuando declaró que su movimiento controlaba la Corte Suprema (y por su medio el poder judicial), y que eso era normal, ya que nuestro país no era Suiza.  Si estoy equivocado en mi opinión, ¿por qué no se propuso que los magistrados del nuevo Tribunal fueran propuestos por la Comisión Nominadora de la Sociedad Civil?

El mismo defecto encuentro en el Consejo de la Judicatura.  Acepto la necesidad de contar con este Consejo, pero, ¿por qué no dejar que la sociedad civil proponga los integrantes a la Corte Suprema?  ¿Por qué involucrar al Congreso en un tema que es de la total competencia del Poder Judicial?  Otra vez, no puedo dejar de pensar que se trata de recuperar espacios perdidos por los políticos.  En lugar de abrir más espacios para que la sociedad participe y se sienta dueña de su democracia, los políticos tradicionales siguen empeñados en volver al pasado, en controlar el poder judicial para su ventaja personal.  Sus actos anacrónicos resultan difíciles de entender en el contexto mundial en el cual vivimos.

Mientras nos ahogamos, mientras la casa arde, los políticos tradicionales tocan el violín y disfrutan la fiesta, procurando degustar los menús más finos.  Como decía mi madre, no hay peor ciego que quien no quiere ver.  Al final, la población les pasará la factura.  Me atrevo a decir que en las próximas elecciones ambos partidos tradicionales perderán terreno frente a las nuevas fuerzas.  Será una pena porque nuestros partidos centenarios podrían tener mucho que ofrecer y podrían ser instrumentos valiosos para la transformación nacional.  Sin embargo, como han caído en manos de políticos tradicionales y reaccionarios, han despilfarrado sus oportunidades y ahora verán su caudal político reducido.  Todavía hay tiempo para evitar el colapso de nuestros partidos tradicionales, pero desafortunadamente, no hay peor ciego …

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