Luis Cosenza Jiménez
Patuca III
es un proyecto hidroeléctrico que comenzó a construirse, en medio de aplausos y
alabanzas de algunos periodistas, en la Administración anterior. Después de haber gastado, según el Ingeniero
Prieto de la ENEE, alrededor de cien millones de dólares, el proyecto parece
haber sido abandonado, en medio del silencio de aquellos que antes
vitoreaban.
En primer
lugar, coloquemos el proyecto en perspectiva.
Contrario a lo que se dijo, se trata de un pequeño proyecto en comparación
con nuestras necesidades.
Su producción
energética promedio anual es del orden de los 330 millones de kWh, frente a un
crecimiento anual del orden de los 400 millones de kWh.
Puesto de otra forma, en tan solo ocho meses
el crecimiento de la demanda absorberá la producción del proyecto.
Es decir, para satisfacer el crecimiento de
las necesidades necesitaríamos construir uno y medio de estos proyectos cada
año.
En pocas palabras, la construcción
del proyecto resolverá nuestro problema por ocho meses, nada más. Se trata pues de un pequeño proyecto, menos
que la tercera parte de El Cajón, al cual le han atribuido propiedades mágicas.
Por otro
lado, hasta donde entiendo, comenzaron la construcción del proyecto sin contar
con planos finales para la construcción, sin un presupuesto detallado para todo
el proyecto, sin financiamiento para completar la obra, y sin contratar una
firma supervisora.
A lo largo de mis
años de experiencia en el sector eléctrico en América Latina y África jamás vi
tal irresponsabilidad y desfachatez. Es
posible que yo esté equivocado y en ese caso me encantaría ver los planos
constructivos, el presupuesto detallado y el contrato con la firma supervisora
de la obra. Lamentablemente, temo que
eso es mucho pedir.
Según el
jefe del proyecto en la ENEE se ha pagado cincuenta millones de dólares por la
construcción del túnel para poder desviar el río mientras se construye la
presa, y otros cincuenta millones por la adquisición de los predios necesarios
para la construcción. Sin embargo, resta
todavía pagar otro treinta por ciento de los predios, o sea otros veintiún
millones de dólares.
Por otro lado, lo
ya gastado requirió financiamiento y eso genera el pago de intereses, así que
si suponemos que ya llevamos dos años en esto, y una módica tasa del seis por
ciento anual, los intereses acumulados suman un poco más de doce millones de
dólares. Es decir que, como mínimo,
hemos ya gastado ciento doce millones de dólares y adeudamos otros veintiún
millones, para un total de ciento treinta y tres millones de dólares. ¿Y qué hemos obtenido a cambio? Absolutamente nada.
El riesgo
ahora es que caigamos en la trampa de los “costos hundidos”, es decir que se
piense que como ya malgastamos ciento y pico de millones de dólares no tenemos
más alternativa que seguir adelante con el proyecto.
Previo a tomar esa decisión se debe completar
el diseño constructivo de la obra, elaborar el presupuesto detallado y analizar
la conveniencia económica de proceder con la construcción. Si la obra es económicamente viable se debe
entonces proceder a obtener el financiamiento requerido para llevar el proyecto
a feliz término y contratar una firma supervisora con reconocida experiencia y
reputación.
Esta es la forma responsable
y profesional de proceder. Caso
contrario se caerá en los mismos errores cometidos por la Administración
anterior y le ocasionaremos graves daños a la economía nacional.
Es una pena
que los periodistas que aplaudieron la decisión de la Administración anterior
de proceder, improvisadamente, a la construcción del proyecto ahora se llamen
al silencio. Es una vergüenza que frente
a la pobreza que nos abate se dilapiden los recursos públicos sin ninguna
consecuencia para los hijos pródigos de nuestra patria.
A lo que parece ser
escándalos interminables de corrupción debemos ahora agregar estos monumentos a
la incompetencia y la irresponsabilidad.
Si los periodistas callan, los ciudadanos debemos levantar nuestras
voces. No basta con que los recursos
públicos sean usados probamente; deben también ser usados responsable y
eficazmente. Exijamos un alto a la
improvisación, la irresponsabilidad y la chabacanada.
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