lunes, 19 de diciembre de 2011

BUENA NOTICIA, MALA NOTICIA

La semana pasada recibimos con agrado una buena noticia y con preocupación dos malas noticias.  Permítanme comenzar con las malas noticias.  Primero, la Corporación de la Cuenta del Desafío del Milenio decidió que no merecemos, en este momento, una segunda donación.  Segundo, el Congreso decidió elevar a sesenta dólares la tasa que pagamos por salir del país por vía aérea, una cifra sin precedentes y que se debe a la decisión, equivocada a mi juicio, de trasladar el aeropuerto de Tegucigalpa a Palmerola.  Ahora la buena noticia.  El Congreso aprobó las reformas a la ley del INPREMA, con lo cual, suponiendo que se respetó el proyecto de ley que presentó la Comisión Nacional de Bancos y Seguros, se podrá hacer frente a un serio problema que pudo haber dañado las finanzas nacionales e incrementado los impuestos que pagamos.  Permítanme explicar en más detalle.
Durante la Administración Maduro nuestro país logró obtener una donación de $215 millones de la Cuenta del Desafío del Milenio del gobierno de los Estados Unidos.  Fuimos el segundo país en obtener la donación, y el primero en completar las obras financiadas por ella.  De acuerdo a todos los informes elaborados, el desempeño hondureño fue extraordinario y ha sido presentado como modelo mundial.  Esto debe ser motivo de satisfacción y orgullo y debe llevarnos a felicitar a quienes dirigieron la unidad ejecutora.  Como señalan los diferentes informes, la trayectoria es particularmente impresionante si se recuerda que se dio en el contexto de cuatro Administraciones públicas en Honduras, desde la presidida por el Presidente Maduro hasta la rectorada por el Presidente Lobo.  La estructura que se diseñó para ejecutar el proyecto resultó ser tan sólida que pudo resistir los embates por manipularla y politizarla habidos durante la Administración Zelaya.  Sin embargo, en esa misma Administración comenzó el deterioro de los indicadores que la Corporación de la Cuenta del Milenio utiliza para decidir si un país califica o no para recibir una donación.  Ya en el segundo año de la gestión de esa Administración se había deteriorado el indicador que se refiere a la percepción de corrupción al grado que la donación casi fue cancelada.  En efecto, el indicador de percepción de corrupción debe ubicarse por arriba de la media del valor alcanzado por los países elegibles y lamentablemente ese indicador todavía no ha mejorado lo suficiente como para que califiquemos para una segunda donación.  Es una mala noticia, pero entiendo que la actual Administración está comprometida con el mejoramiento de los indicadores y eso podría permitir que el próximo año se revise nuestra situación y, con esfuerzo y dedicación, tal vez podamos entonces calificar y recibir una segunda donación.
El subir la tasa aeroportuaria a sesenta dólares es un golpe fuerte al bolsillo de los pasajeros y debo suponer que tiene su origen en la ampliación al contrato de concesión de nuestros aeropuertos, que ahora incluye la construcción de una terminal de pasajeros en Palmerola.  La pregunta, por supuesto, es ¿por qué Palmerola?  Tendremos un aeropuerto muy lejano de la ciudad que sirve.  Si no estoy equivocado, tendremos, con una sola excepción, la distancia más larga en todo el continente.  Ya las lectoras podrán imaginarse el gasto en combustible en el transporte por automóvil desde y hacia Palmerola.  Por otro lado, la decisión tomada llevará al cierre de Toncontín, convirtiendo a Tegucigalpa en la única capital sin aeropuerto y generando el desempleo de quienes laboran allí.  Lo peor es que esto no redundará en tarifas aéreas más bajas.  Será tan, o más, caro viajar de Palmerola que de Toncontín.  Si no estoy equivocado, los estudios hechos señalaban que lo lógico era convertir a San Pedro Sula en el principal aeropuerto del país.  Después de todo, hoy en día por ese aeropuerto viaja el doble del número de pasajeros que viajan por Tegucigalpa.  Por ello las tarifas son más bajas si se viaja por San Pedro Sula.  Si se hubiera optado por limitar el tamaño de las naves que viajan a Toncontín, manteniendo el aeropuerto abierto para cierto tipo de aeronaves, y estipulado que el resto debería utilizar el aeropuerto de San Pedro Sula, entonces las tarifas aplicables a San Pedro habrían bajado más al aumentar el número de viajeros.  Esa reducción hubiera permitido que quienes viajan desde Tegucigalpa por vía aérea, haciendo escala en San Pedro, pagaran aproximadamente lo mismo que pagan ahora.  El país se hubiera beneficiado, y además no hubiera sido necesaria otra contratación directa que, como reiteradamente hemos dicho afecta la percepción de corrupción y por ende impide nuestro acceso a donaciones y préstamos.
El traslado del aeropuerto a Palmerola no tiene lógica, ni sentido, salvo que sea el inicio del desplazamiento de Tegucigalpa hacia Comayagua.  Todos conocemos las dificultades que plantea el desarrollo de la infraestructura de Tegucigalpa, particularmente la dotación de agua potable.  Por esa razón, no deja de tener sentido promover la descentralización y el traslado de parte de las entidades del gobierno hacia otras ciudades y regiones, y en ese contexto, el traslado del aeropuerto podría ser el inicio del éxodo.  Cuando me tocó fungir como Secretario del Despacho de la Presidencia propuse a diputados amigos que trasladáramos el Congreso a Comayagua.  Estaba seguro que podríamos obtener apoyo para construir un centro legislativo de primer orden en Comayagua, de diseño colonial y con suficiente espacio para facilitar las labores legislativas, incluyendo oficinas para cada diputado y para sus asesores.  Lamentablemente, no hubo entusiasmo por la idea y tuve que abandonarla, pero tal vez ahora estemos presenciando una rectificación.  Si así fuera, el traslado del aeropuerto podría tener sentido; caso contrario, el balance neto será negativo para el país.
En cuanto a la buena noticia, la referente a la aprobación de las reformas a la ley del INPREMA, permítanme, por favor, analizarla la próxima semana.

martes, 13 de diciembre de 2011

DOLOR Y DUELO

El asesinato de Alfredo Landaverde ha dejado a nuestro país sumido en el dolor y el duelo.  La patria ha perdido a un buen hijo, y la sociedad ha perdido un paladín.  Alfredo luchó porque todos tuviéramos un mejor futuro, por librarnos del cáncer del narcotráfico, la corrupción y la violencia.  Su ausencia física deja un gran vacío, pero su ejemplo, su valentía y sus ideas quedan entre nosotros y deben alentarnos para seguir adelante con su lucha.  Su viuda ha decidido tomar la antorcha y continuar en su gesta.  A nosotros nos compete no dejarla sola y apoyarla en lo que esté a nuestro alcance.  Como decía hace unos días, es posible que se esté gestando un cambio que favorezca el imperio de las ideas de Alfredo, y la semana pasada vimos muestras adicionales de ese cambio.
Me refiero a las declaraciones del Alcalde de Tegucigalpa. Ricardo Álvarez, quien se ha sumado a quienes insistimos en el acompañamiento internacional de la depuración de la policía, y por la búsqueda del apoyo internacional para retomar el control de nuestro territorio.  Claramente que entre más personas clamemos y pidamos que involucremos a la comunidad internacional en la solución de nuestro problema, más probable será que nuestra propuesta sea exitosa.  Este no es el momento para llamarnos al silencio.  Entiendo perfectamente que el asesinato de Alfredo y de otras personas busca atemorizarnos y callarnos, pero no podemos permitir que las fuerzas del mal triunfen.  Nuestro silencio en efecto les estaría diciendo que nos han derrotado y que sumisamente aceptamos que impongan su reino del terror.
No podemos aceptar la derrota ya que equivale a la destrucción de nuestra nación, de nuestras familias y nuestros sueños.  No podemos  esperar ganar la batalla contra el mal convirtiéndonos en sus vasallos. Si abusan de nosotros y nos asesinan cuando todavía no controlan nuestro país, imagínese lectora lo que harían si llegan a controlar nuestra nación.
Este es el momento de reclamar entereza y valentía de nuestros políticos, incluyendo la aprobación de la reforma constitucional que permita la  extradición.  Nunca como ahora han sido más pertinentes las palabras de nuestro himno nacional, “serán muchos Honduras tus muertos, pero todos caerán con honor”.  Alfredo cayó con honor.  No permitamos que su muerte sea en vano y continuemos por la senda que el trazó.

domingo, 4 de diciembre de 2011

ATISBOS

En mis últimas visitas a nuestro país he podido percibir un ambiente de pesimismo generalizado.  Al parecer muchas personas piensan que vivimos un mal momento y que, lo que es peor todavía, marchamos en la dirección equivocada y por tanto nuestra situación solo puede empeorar.  Me parece que hay, principalmente, dos causas que subyacen este pesimismo.  La violencia, la inseguridad y el narcotráfico que se han implantado en nuestra nación, y la falta de oportunidades y empleo, producto de nuestro lento crecimiento económico.  Sin embargo, me parece que recientemente hemos visto atisbos de un mejor mañana, de coraje y esperanza.  Permítanme explicar por qué.
Ya anteriormente me referí al liderazgo de la Rectora quien, a pesar de su profundo dolor, ha impulsado la depuración de la policía, con el acompañamiento de la comunidad internacional.  Adicionalmente, esta  pasada semana Proceso Digital nos informaba de las gestiones que la Secretaria del Despacho de la Presidencia, María Antonieta de Bográn, ha hecho con el Secretario General de la ONU para que esa organización asesore y acompañe la depuración de la policía.  Ambas iniciativas y ambas personas merecen nuestro reconocimiento y nuestro apoyo.   Por supuesto que habrá quienes piensen y arguyan que no necesitamos apoyo externo; que nadie mejor que nosotros conoce nuestros problemas y que somos muy capaces de resolverlos.  Algunos de los proponentes de esta tesis actúan de buena fe, aunque hacen gala de la prepotencia que solo puede alimentar la ignorancia.  Después de todo, ninguno de ellos ha dirigido una policía que haya sido exitosa en la lucha contra el crimen y el narcotráfico.  Ninguno de ellos ha conducido una policía de reconocido prestigio internacional.  Simplemente hacen gala de un mal entendido patriotismo, a veces hasta de xenofobia, y de un temor a competir con quienes si conocen del tema.  Otros de los opositores son más peligrosos ya que se aprovechan de la corrupción en la policía para hacer sus negocios ilícitos.  Estos, por supuesto, no tienen interés alguno en que se depure la policía y usarán todas las artimañas a su alcance para obstaculizar el proceso.  Frente a esta situación, no podemos dejar solas a quienes han emprendido la lucha por la depuración con acompañamiento internacional.  Alcemos  nuestras voces en apoyo de quienes luchan por proteger el bien común.  Este no es el momento para ser actores pasivos, simples espectadores, en la lucha por rescatar nuestra policía.  Nuestro futuro, y el de nuestras familias, dependen de eso.
Por supuesto que la depuración de la policía es trascendental, pero es tan solo el comienzo.  A mi juicio, después de lograda la depuración se deberá lograr un acuerdo con un país amigo para que administren periódicamente la prueba del polígrafo a los mandos superior y medio de la policía y la legislación debe permitir la separación inmediata, y sin compensación monetaria, de quienes no aprueben dicha prueba.  Por otro lado, también se debe reestructurar la policía, fortaleciendo la policía municipal a fin de que los municipios puedan también participar en la lucha contra la delincuencia.  Los esfuerzos locales, basados en la policía comunitaria, son mucho más efectivos que los nacionales.  Puerto Cortés ha sido un pionero en este esfuerzo, y a pesar del escaso o nulo apoyo recibido de la policía nacional, su decisión, incluyendo la aprobación de una tasa de seguridad ciudadana en cabildo abierto, es un esfuerzo que debe replicarse, una vez que se amplíe el ámbito de la competencia de la policía municipal.
En cuanto a la cooperación internacional, se debería también solicitar a Naciones Unidades el envío de Cascos Azules para apoyar a nuestras fuerzas armadas en la recuperación del control de nuestro territorio nacional.  He leído que Estados Unidos está ahora dispuesto a apoyarnos para evitar que las drogas ingresen a nuestro país.  Este es un cambio positivo de política que, en ausencia de la voluntad para enfrentar la demanda por las drogas en Estados Unidos, al menos evita que el tráfico nos afecte y destruya.  Alfredo Landaverde valientemente nos ha advertido del grave daño que el narcotráfico ocasiona a nuestro país.  Alfredo merece nuestro reconocimiento por dar la alarma desde hace muchos años.  Lo que él vaticinó ahora es una realidad.  No le escuchamos oportunamente, pero al menos tomemos ahora medidas para combatir este mal.  Reformemos nuestra Constitución para permitir la extradición con base en normas internacionales y solicitemos el apoyo internacional para recuperar el control de nuestro territorio.  No permitamos que los señores de la droga y quienes se benefician de este malvado negocio manipulen nuestra xenofobia, utilicen nuestra arrogancia e ignorancia, o promuevan un falso concepto de soberanía para destruir nuestra sociedad y nuestras familias.
Como he dicho antes, este no es el momento para ser apáticos o jugar el papel de espectadores pasivos.  Se trata de nuestras vidas, de nuestro futuro y el de nuestros hijos.  No dejemos solos a quienes valientemente luchan por protegernos.  Alcemos nuestras voces y apoyémosles.  Si no lo hacemos, seguramente lo lamentaremos después.