El asesinato de Alfredo Landaverde ha dejado a nuestro país sumido en el dolor y el duelo. La patria ha perdido a un buen hijo, y la sociedad ha perdido un paladín. Alfredo luchó porque todos tuviéramos un mejor futuro, por librarnos del cáncer del narcotráfico, la corrupción y la violencia. Su ausencia física deja un gran vacío, pero su ejemplo, su valentía y sus ideas quedan entre nosotros y deben alentarnos para seguir adelante con su lucha. Su viuda ha decidido tomar la antorcha y continuar en su gesta. A nosotros nos compete no dejarla sola y apoyarla en lo que esté a nuestro alcance. Como decía hace unos días, es posible que se esté gestando un cambio que favorezca el imperio de las ideas de Alfredo, y la semana pasada vimos muestras adicionales de ese cambio.
Me refiero a las declaraciones del Alcalde de Tegucigalpa. Ricardo Álvarez, quien se ha sumado a quienes insistimos en el acompañamiento internacional de la depuración de la policía, y por la búsqueda del apoyo internacional para retomar el control de nuestro territorio. Claramente que entre más personas clamemos y pidamos que involucremos a la comunidad internacional en la solución de nuestro problema, más probable será que nuestra propuesta sea exitosa. Este no es el momento para llamarnos al silencio. Entiendo perfectamente que el asesinato de Alfredo y de otras personas busca atemorizarnos y callarnos, pero no podemos permitir que las fuerzas del mal triunfen. Nuestro silencio en efecto les estaría diciendo que nos han derrotado y que sumisamente aceptamos que impongan su reino del terror.
No podemos aceptar la derrota ya que equivale a la destrucción de nuestra nación, de nuestras familias y nuestros sueños. No podemos esperar ganar la batalla contra el mal convirtiéndonos en sus vasallos. Si abusan de nosotros y nos asesinan cuando todavía no controlan nuestro país, imagínese lectora lo que harían si llegan a controlar nuestra nación.
Este es el momento de reclamar entereza y valentía de nuestros políticos, incluyendo la aprobación de la reforma constitucional que permita la extradición. Nunca como ahora han sido más pertinentes las palabras de nuestro himno nacional, “serán muchos Honduras tus muertos, pero todos caerán con honor”. Alfredo cayó con honor. No permitamos que su muerte sea en vano y continuemos por la senda que el trazó.
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