En mis últimas visitas a nuestro país he podido percibir un ambiente de pesimismo generalizado. Al parecer muchas personas piensan que vivimos un mal momento y que, lo que es peor todavía, marchamos en la dirección equivocada y por tanto nuestra situación solo puede empeorar. Me parece que hay, principalmente, dos causas que subyacen este pesimismo. La violencia, la inseguridad y el narcotráfico que se han implantado en nuestra nación, y la falta de oportunidades y empleo, producto de nuestro lento crecimiento económico. Sin embargo, me parece que recientemente hemos visto atisbos de un mejor mañana, de coraje y esperanza. Permítanme explicar por qué.
Ya anteriormente me referí al liderazgo de la Rectora quien, a pesar de su profundo dolor, ha impulsado la depuración de la policía, con el acompañamiento de la comunidad internacional. Adicionalmente, esta pasada semana Proceso Digital nos informaba de las gestiones que la Secretaria del Despacho de la Presidencia, María Antonieta de Bográn, ha hecho con el Secretario General de la ONU para que esa organización asesore y acompañe la depuración de la policía. Ambas iniciativas y ambas personas merecen nuestro reconocimiento y nuestro apoyo. Por supuesto que habrá quienes piensen y arguyan que no necesitamos apoyo externo; que nadie mejor que nosotros conoce nuestros problemas y que somos muy capaces de resolverlos. Algunos de los proponentes de esta tesis actúan de buena fe, aunque hacen gala de la prepotencia que solo puede alimentar la ignorancia. Después de todo, ninguno de ellos ha dirigido una policía que haya sido exitosa en la lucha contra el crimen y el narcotráfico. Ninguno de ellos ha conducido una policía de reconocido prestigio internacional. Simplemente hacen gala de un mal entendido patriotismo, a veces hasta de xenofobia, y de un temor a competir con quienes si conocen del tema. Otros de los opositores son más peligrosos ya que se aprovechan de la corrupción en la policía para hacer sus negocios ilícitos. Estos, por supuesto, no tienen interés alguno en que se depure la policía y usarán todas las artimañas a su alcance para obstaculizar el proceso. Frente a esta situación, no podemos dejar solas a quienes han emprendido la lucha por la depuración con acompañamiento internacional. Alcemos nuestras voces en apoyo de quienes luchan por proteger el bien común. Este no es el momento para ser actores pasivos, simples espectadores, en la lucha por rescatar nuestra policía. Nuestro futuro, y el de nuestras familias, dependen de eso.
Por supuesto que la depuración de la policía es trascendental, pero es tan solo el comienzo. A mi juicio, después de lograda la depuración se deberá lograr un acuerdo con un país amigo para que administren periódicamente la prueba del polígrafo a los mandos superior y medio de la policía y la legislación debe permitir la separación inmediata, y sin compensación monetaria, de quienes no aprueben dicha prueba. Por otro lado, también se debe reestructurar la policía, fortaleciendo la policía municipal a fin de que los municipios puedan también participar en la lucha contra la delincuencia. Los esfuerzos locales, basados en la policía comunitaria, son mucho más efectivos que los nacionales. Puerto Cortés ha sido un pionero en este esfuerzo, y a pesar del escaso o nulo apoyo recibido de la policía nacional, su decisión, incluyendo la aprobación de una tasa de seguridad ciudadana en cabildo abierto, es un esfuerzo que debe replicarse, una vez que se amplíe el ámbito de la competencia de la policía municipal.
En cuanto a la cooperación internacional, se debería también solicitar a Naciones Unidades el envío de Cascos Azules para apoyar a nuestras fuerzas armadas en la recuperación del control de nuestro territorio nacional. He leído que Estados Unidos está ahora dispuesto a apoyarnos para evitar que las drogas ingresen a nuestro país. Este es un cambio positivo de política que, en ausencia de la voluntad para enfrentar la demanda por las drogas en Estados Unidos, al menos evita que el tráfico nos afecte y destruya. Alfredo Landaverde valientemente nos ha advertido del grave daño que el narcotráfico ocasiona a nuestro país. Alfredo merece nuestro reconocimiento por dar la alarma desde hace muchos años. Lo que él vaticinó ahora es una realidad. No le escuchamos oportunamente, pero al menos tomemos ahora medidas para combatir este mal. Reformemos nuestra Constitución para permitir la extradición con base en normas internacionales y solicitemos el apoyo internacional para recuperar el control de nuestro territorio. No permitamos que los señores de la droga y quienes se benefician de este malvado negocio manipulen nuestra xenofobia, utilicen nuestra arrogancia e ignorancia, o promuevan un falso concepto de soberanía para destruir nuestra sociedad y nuestras familias.
Como he dicho antes, este no es el momento para ser apáticos o jugar el papel de espectadores pasivos. Se trata de nuestras vidas, de nuestro futuro y el de nuestros hijos. No dejemos solos a quienes valientemente luchan por protegernos. Alcemos nuestras voces y apoyémosles. Si no lo hacemos, seguramente lo lamentaremos después.
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