domingo, 20 de mayo de 2012

ANGUSTIA Y DESESPERANZA


El asesinato de Ángel Alfredo Villatoro ha conmovido a la nación.  Hemos perdido parte de nuestra conciencia colectiva.  Alfredo fue un paladín de la verdad y un modelo para todos.  Quienes tuvimos el honor de conocerle sabemos de sus virtudes, de su honestidad y franqueza, de su compromiso con nuestra patria y con la verdad.  Ahora solo podemos, tristes y acongojados, agradecerle su amistad y su ejemplo.  Solo podemos recordar que libró una buena batalla y que supo vivir en paz con su conciencia y predicando con el ejemplo.  Gracias, Alfredo.  Te recordaremos siempre con mucho cariño y agradecimiento.  Sabemos que Dios te tiene con Él, y pedimos resignación cristiana para tu familia. 
Quienes asesinaron a Alfredo saben que han asestado un duro golpe a la libertad de expresión y han debilitado la esperanza que abrigamos y que nos permite creer que podremos ganarle la batalla al mal y al crimen organizado.  La lista de periodistas y comunicadores sociales asesinados en nuestro país crece cotidianamente y transmite un mensaje de vulnerabilidad y fragilidad al gremio.  Saben que el estado es incapaz de protegerles y que por tanto están expuestos continuamente al crimen organizado, al narcotráfico y a quienes se sienten afectados por sus investigaciones y críticas.  En otros países, donde se da o se ha dado una situación similar, muchos periodistas han optado por la autocensura, suprimiendo ciertas noticias y no involucrándose en investigaciones que pueden resultar incómodas para algunos.  De esta forma la libertad de expresión y el derecho a la información menguan y eventualmente se extinguen, y en el proceso la sociedad se empobrece espiritual y moralmente.  Todos resultamos perdedores.  Es fácil denunciar a quienes optan por la autocensura, pero ¿actuaríamos de manera diferente si nos tocara personalmente el problema?  ¿Tendríamos el valor y el coraje de Alfredo, o buscaríamos una senda menos arriesgada?  Cada quien podrá contestar estas preguntas en la intimidad de su conciencia, pero a la vez resulta evidente cual debería ser la respuesta si deseamos honrar la memoria de Alfredo.
La angustia y el dolor que genera la pérdida de Alfredo deben también movernos a pensar en los familiares de las múltiples víctimas de la violencia y el crimen.  La pasmosa y horrorosa situación que vive nuestro país nos asegura que diariamente lloran y sufren decenas de personas por la muerte trágica de un familiar o amigo.  Muchas de las víctimas pasan casi desapercibidas; no fueron actores o actrices reconocidos en el escenario nacional, pero no por eso dejan de ser preciosas vidas consumidas por la vorágine del crimen y la violencia que nos azota inmisericordemente.  Como he dicho en otras oportunidades, siento que marchamos hacia un estado fallido, un estado que no controla su territorio y que no puede proteger la vida y los derechos de sus ciudadanos.  Hacia un estado que pierde legitimidad y carece de razón de ser.
Para colmo de males, los políticos y los grupos de presión parecen no enterarse de la gravedad del problema, o si lo hacen, parece que su única preocupación es su ganancia personal.  Pareciera que sienten que el caos facilita la consecución de sus metas.  Los dirigentes magisteriales siguen presionando por aumentar sus privilegios.  Los transportistas se oponen a un proyecto de reconocido beneficio social por preservar o mejorar su posición.  Los políticos usan a los transportistas para sacar ventaja a sus contrincantes.  Todos estos grupos están obsesionados con arrebatar una tajada grande de un magro pastel.  En lugar de forjar un compromiso por hacer crecer el pastel y luego obtener un pedazo de una torta mucho más grande se empecinan en definir un juego suma cero, donde lo que gana uno es igual a lo que pierde el otro y con sus nefastas acciones aseguran que la vianda que apetecen continuará siendo escuálida.
Así es como estamos.  Angustiados por la pérdida de valiosos y apreciados miembros de nuestra familia o de nuestra sociedad.  Acongojados porque sentimos que la situación desmejora día a día, sin perfilarse ninguna acción que nos brinde un hálito de esperanza.  Desesperanzados porque no vemos, en el ámbito internacional o nacional, que se perfile el tipo de liderazgo que nos permita atrevernos a ser optimistas.  Desde el cielo, Alfredo Villatoro y Alfredo Landaverde verán la tragedia que abate a nuestra nación y sufrirán con empatía nuestro padecer.   Seguramente que pedirán a Dios que ablande nuestros corazones para que antepongamos el bien común al interés personal, pero la libertad que Dios nos concedió al crearnos implica que al final la decisión es nuestra.  Ellos y muchos otros rogaremos porque Dios nos ilumine y porque abramos nuestros corazones a sus palabras.  Solo así lograremos salir de estas honduras.

domingo, 6 de mayo de 2012

INVERSIÓN EXTRANJERA DIRECTA


La semana recién pasada los periódicos resaltaban que en el 2011 la inversión extranjera directa alcanzó su más alto nivel histórico en América Latina.  En Centro América, donde esa inversión es fija, es decir en fábricas y no en instrumentos financieros, Honduras logró un poco más de mil millones de dólares, menos que la mitad de la inversión recibida por Panamá y Costa Rica.  La inversión en Honduras, si bien pudo haber sido más alta en condiciones normales, es impresionante si se recuerda la situación que hemos vivido y que seguimos viviendo.  Si se tiene en cuenta las noticias negativas que surgen cotidianamente de nuestro país, referentes a narcotráfico, violencia, delincuencia, incendios en cárceles, corrupción, etc., el nivel alcanzado por la inversión extranjera directa es poco menos que extraordinario.  Esta inversión genera empleos en el sector formal y así produce riqueza y bienestar.  Siendo esto así, resulta evidente que nuestros gobernantes deberían hacer lo que esté a su alcance para que nuestro país pueda captar montos cada vez más importantes de inversión extranjera.  Pero, ¿qué debemos hacer para lograr esto?