Una vez más vemos a los maestros en huelga y en las calles. Una vez más vemos al gobierno tomando medidas para enfrentar a la dirigencia magisterial y reiterando que no dará marcha atrás. En honor a la verdad, este gobierno ha tomado medidas más fuertes, aunque totalmente necesarias, que los anteriores. Si persevera, si no lo derrotan las quintas columnas políticas del partido de gobierno, y sobre todo, si transmite un claro mensaje de liderazgo, visión y fortaleza, saldrá adelante. Ya la Rectora de la UNAH ha demostrado que si se tiene la razón y se actúa con firmeza y legalidad, se tiene éxito. Véase si no el cambio que ha logrado en la Universidad. El Presidente, o mejor dicho, el país pueden triunfar, pero requieren de nuestro apoyo. Las posiciones indecisas, las que buscan congraciarse con todos, particularmente de parte de los políticos del partido de gobierno, son reprochables y minan las probabilidades de éxito. La historia así lo demuestra. Permítanme explicar por qué.
Cuando el Presidente adopta posiciones firmes y necesarias para el bienestar del país, los políticos y principalmente los pretendientes al trono, se ponen nerviosos. Como su meta es llegar a la Presidencia y todo lo demás es subsidiario, piensan que esas posiciones harán menos popular al partido y por tanto dificultarán su llegada al poder. Poco importa que de alcanzar su meta inexorablemente se verán enfrascados en la misma lucha. Lo importante es llegar al poder. Algunos, ingenuamente, piensan que con suerte el problema desaparecerá y nos les afectará, aún y cuando las diferencias con la dirigencia magisterial han generado los mismos enfrentamientos con todas las Administraciones que han gobernado el país después de la promulgación del tristemente célebre Estatuto del Docente. Sin importarles lo que enseña la historia, los aspirantes presionarán al Presidente y conspirarán para hacerlo capitular rápidamente. Para ello también le susurrarán al oído argumentos para hacerle pensar que en todo caso ya ha logrado un notable éxito que la sociedad reconoce y aplaude. La conspiración y la presión es más fuerte y abierta cuando los aspirantes detentan importantes cargos en la Administración Pública. Esto sucedió cuando la Administración Maduro se enfrentó con la dirigencia magisterial, y sin duda el mismo proceso está en marcha actualmente. Dios quiera que el Presidente mantenga la posición que reclaman los niños y niñas de Honduras.
Por supuesto que la posición del Presidente se debilita cuando la sociedad es indiferente y no toma partido. Y tomar partido no implica solamente abogar porque las partes retomen el diálogo. Como sociedad somos muy dados a colocar el diálogo por sobre todo lo demás, incluso la verdad y la razón. Da la impresión que el diálogo, y no la verdad, la justicia y la razón, es el bien supremo. Por supuesto que es importante reclamar que las partes en conflicto dialoguen, pero más importante aún es determinar las condiciones mínimas para que diálogo tenga sentido y prospere, y en el caso que nos ocupa todo debe comenzar porque los maestros vuelvan a las clases y renuncien a las medidas que afectan a la niñez. La sociedad debe hacerle saber a los maestros que el fin no justifica los medios, y que no acepta que los maestros se ensañen en contra de la niñez hondureña. Que celebren sus asambleas informativas y sus marchas callejeras después de servir sus clases y en los fines de semana. La sociedad debe plantearle al gobierno, a sus servidores públicos, que no debe haber diálogo si esta condición no se cumple. Además debe exigir que no se use sus impuestos para pagar a quienes no trabajan, y debe reclamar que el Congreso apruebe una ley que prohíba que el gobierno sirva como recaudador de cuotas para colegios profesionales, sindicatos o partidos políticos. Solo si como sociedad exigimos estas medidas podremos beneficiar la educación de los pobres del país. La dirigencia magisterial desde hace tiempo se declaró enemiga de los pobres y por eso les niega el pan del saber. A los menos pobres y a los ricos no les afecta ya que, precisamente por las huelgas de los maestros de las escuelas públicas, han trasladado a sus hijos e hijas a las escuelas privadas. En efecto, la dirigencia magisterial es la promotora de la privatización de la educación y todas sus huelgas van dirigidas a perjudicar a los pobres.
En esta batalla no cabe la indiferencia, ni el silencio. No podemos, como usualmente hacemos, pretendiendo ser imparciales, adjudicar culpa a ambas partes. Son los maestros, y no el gobierno, quienes están en huelga. No hay razón para que los maestros sacrifiquen a la niñez en el altar del dios dinero. Como sociedad debemos declarar, explícita y vehementemente, que esto es inaceptable. Seguramente que algunos dirán que la responsabilidad recae sobre el gobierno al haber incumplido lo estipulado en el Estatuto. Sin embargo, a estos habrá que contestarles, una vez más, que el fin no justifica los medios y que es escandaloso ensañarse en contra de los pobres.
Queda, por supuesto, el tema del Estatuto y si, en un país pobre como el nuestro, nuestra primera responsabilidad es con los maestros, que no son pobres, o con los verdaderos pobres. La justicia y la equidad nos dicen que los pobres deben ser nuestra prioridad, y que el Estatuto debe estar supeditado a lo que podamos pagar después de atender a los pobres. Lo que la historia nos demuestra es que el Estatuto es impagable, salvo que nos olvidemos totalmente de los pobres y del país y que usemos todos nuestros impuestos para cumplir con el Estatuto. Mientras no deroguemos el Estatuto seguiremos sufriendo de educación de pésima calidad y sacrificando a los pobres. Lo que vivimos actualmente es simplemente déjà vu.
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