Recientemente
se ha dado un problema en la UNAH, ya que algunos dirigentes estudiantiles
estiman que los estudiantes que participan en el Consejo Universitario deben
ser electos. Sin embargo, la Ley no lo
estipula así. Por el contrario, define
los requisitos académicos a satisfacer y deja la selección de los estudiantes
que integrarán el Consejo en manos de las autoridades universitarias. Al parecer, la confusión surge debido a que
el Reglamento de la Ley habla de elecciones, pero claramente que la Ley prevalece
sobre el Reglamento. Lo que procede
ahora es que la UNAH reforme el Reglamento para que refleje fielmente el
espíritu de la ley y así terminar con la controversia. Sin embargo, y viendo más allá de los
aspectos legales y formales, cabe preguntar si tiene o no sentido establecer
como requisito la elección de los candidatos estudiantiles, y más aún, si tiene
o no sentido la participación de los estudiantes en los órganos de gobierno de
la UNAH. Veamos que nos dice la
experiencia y el sentido común al respecto.
En primer
lugar debemos precisar cuál es nuestra meta, nuestro propósito. Si lo que buscamos es la excelencia académica
en la UNAH, como me parece debe ser, entonces pareciera lógico ver los modelos
de gobierno empleados en las universidades catalogadas como excelentes en el
ámbito académico. De lo que he visto, de
las veinte mejores universidades en el mundo, alrededor de dieciocho están en
Estados unidos, y todas son privadas.
Ninguna universidad latinoamericana se ubica entre las mejores
veinte. En ninguna de esas universidades
estadounidenses tienen los estudiantes participación en los órganos de
gobierno, ni las autoridades universitarias son seleccionadas por medio de
elecciones. En todos los casos, las
autoridades son nombradas por la instancia correspondiente, cualquiera que esta
sea, y generalmente la selección de las autoridades se hace por medio de
concursos de méritos.
En segundo
lugar, las universidades compiten abiertamente para atraer los mejores
catedráticos, investigadores y alumnos.
A la vez, son evaluadas por diferentes medios y los resultados de las
evaluaciones son ampliamente divulgados y constituyen la base de su
calificación en la escala de la excelencia.
Las universidades cobran matrículas que reflejan el costo de la
enseñanza, pero a la vez disponen de fondos (donados generalmente por sus ex
alumnos) para becar a los estudiantes talentosos de escasos o modestos recursos
económicos. Ningún estudiante talentoso
es rechazado por su situación económica.
El propio Presidente Obama es prueba viviente de ello, habiendo
estudiado en las mejores universidades de Estados Unidos, gracias a la ayuda
financiera que le otorgaron esas universidades.
En resumen,
podemos ver ciertos principios que aplican las universidades exitosas
académicamente. Primero, sus autoridades
son nombradas, no electas, y los estudiantes no tienen participación en los
órganos de gobierno universitarios.
Segundo, en la búsqueda de la excelencia las impulsa la competencia con
otras universidades, y para esto se someten a la evaluación independiente y
pública. Tercero, son todas privadas y
establecen colegiaturas que reflejan el costo de proveer una educación de
calidad, pero a la vez crean fondos para financiar a los alumnos brillantes
pero de limitados recursos económicos.
Cuarto, se financian principalmente con donaciones de sus ex alumnos.
En nuestro
caso, claramente que no existe la cultura de las donaciones por parte de los ex
alumnos de las universidades, por lo que se vuelve necesario el financiamiento
público de la UNAH. Sin embargo, el
resto de los principios previamente mencionados si podrían ser aplicados a la
UNAH. Para ilustrar el caso, la UNAH
podría comenzar por cobrar con base en la capacidad de pago del alumno,
basándose para ello en lo que el alumno pagaba en el colegio de secundaria del
cual se graduó, y con estos recursos crear un programa de becas para beneficiar
a los estudiantes talentosos de limitados recursos económicos. También podría introducirse la competencia,
escindiendo a la UNAH en varias universidades estatales regionales y asignando
recursos entre ellas con base en la calidad de sus graduandos, medida esta mediante
pruebas objetivas administradas por una organización independiente y de
reconocido prestigio.
Cuando se
emprendió la reforma universitaria en la Administración Maduro tratamos de
impulsar algunas de estas ideas, pero no tuvimos éxito y los diputados al final
aprobaron el proyecto que ahora conocemos.
En su momento nos tocó decidir si lo sancionaba el Presidente o lo vetaba
por haberse quedado corto. Al final
decidimos que a pesar de sus limitaciones y deficiencias, era preferible
sancionar el proyecto, ya que de otra forma quedaba vigente la tristemente
célebre paridad estudiantil, causa evidente de la politización y mediocridad de
la UNAH. Ahora habrá que esperar un
tiempo prudente para retomar la reforma universitaria y así crear un sistema
universitario que pueda aspirar a la excelencia. Pero claramente que volver a las elecciones
estudiantiles para seleccionar a los estudiantes que participarán en los
órganos de gobierno de la UNAH equivale a un absurdo retroceso, al imperio de
la irracionalidad y la politiquería en la Universidad. Dejemos atrás, de una vez por todas, esos
tiempos oscuros y preparémonos para emprender la nueva reforma universitaria
que nos permita contar con universidades de calidad. Nuestros jóvenes se lo merecen y la patria
nos lo reclama.
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