domingo, 15 de julio de 2012

¡NO HAY MARCHA ATRÁS!

La semana recién pasada el Presidente Lobo tomó la decisión de traspasar la administración del Hospital Escuela a la UNAH.  Una decisión valiente que me hace recordar el espíritu reformador que el Presidente desplegó cuando fue Presidente del Congreso en la Administración Maduro.  Me parece que ha sido una decisión muy acertada y quiero pensar que esto es tan solo un preludio de otras reformas que el Presidente ha decidido impulsar.  Por supuesto que ya surgieron los conservadores de siempre, los guardianes del status quo, y ya pusieron el grito al cielo.  Pareciera que son ciegos y no han visto lo que ocurre en el mundo.  Esa misma semana en España el gobierno eliminó el aguinaldo para los empleados públicos, sin consultarles y sin consensuar la medida.  ¿En qué mundo viven nuestros líderes sindicales? Afortunadamente el Presidente ha sido categórico,  ¡No hay marcha atrás!
Uno de los críticos de la medida piensa que si la Secretaría de Salud no opera hospitales, entonces no tendría razón de ser, lo cual pone de manifiesto su ignorancia.  Para muestra un botón.  La Secretaría de Salud de Estados Unidos, y sus homólogas de otros países desarrollados, no operan un solo hospital.  El papel fundamental de la Secretaría de Salud es normar, es decir regular, el sector, cosa que no hace en nuestro país precisamente por estar distraída en otras labores.  La Secretaría debe autorizar la operación de los hospitales y vigilar porque cumplan con normas mínimas que garanticen el buen cuidado de los pacientes.  Además, debe implantar medidas de salud preventivas que eviten que las personas se enfermen y tengan que acudir a los hospitales.  Sin embargo, los sindicalistas del sector piensan que los hospitales son para generarles empleo y otorgarles sus conquistas.  Los intereses de los pacientes son secundarios, o irrelevantes.
Cuando me tocó fungir como Ministro de la Presidencia en la Administración Maduro tuve el honor de participar en un acto para la entrega de la personalidad jurídica del Comité de Apoyo al hospital de Puerto Cortés.  Me parecía que había que reconocer y apoyar el interés de un grupo de buenos ciudadanos que habían decidido donar su tiempo y esfuerzo por apoyar el hospital.  Cuando llegó el momento de dirigirme a la concurrencia, me pareció que como gobierno deberíamos tomar medidas para multiplicar el impacto que el Comité podría tener y me atreví a ofrecerles que gestionaría la descentralización del presupuesto del hospital para que lo administraran ellos.  De esa manera ellos podrían decidir sus prioridades y hacer sus compras con agilidad, sin depender de la burocracia de la Secretaría en Tegucigalpa.  Imagínese usted, estimada lectora, cuál fue mi sorpresa cuando el representante de los trabajadores y el del Bloque Popular rechazaron airadamente mi propuesta, insinuando que eso era equivalente a privatizar el hospital.  Al final entendí que lo que les preocupa es que los ciudadanos se empoderen y comiencen a supervisar a quienes trabajan en los hospitales para que en efecto presten un buen servicio.  Por razones obvias, prefieren ser supervisados desde Tegucigalpa y prefieren negociar sus conquistas con Tegucigalpa que con quienes padecen las consecuencias de los servicios que prestan.  Esa, y no otra, es la causa de su reacción frente a la decisión del Presidente.
En el caso que nos ocupa les preocupa además porque les tocará negociar con la rectora de la UNAH, quien ha demostrado un valor y coraje extraordinario.  Puso orden en la Universidad y metió en cintura a un sindicato que se consideraba intocable.  Por tanto, les preocupa tratar con ella, y haciendo gala de malos modales y desplegando una actitud pueril, procedieron a abuchearla cuando se hizo presente a conversar con los trabajadores del hospital escuela.
La suerte está echada y resta ahora ver los resultados de la gestión por parte de la UNAH.  Para comenzar, la Rectora, correctamente, ha señalado que el Director del Hospital no necesariamente debe ser un médico.  Los médicos son formados para cuidar de la salud de las personas, y no para administrar empresas, sean estas con fines de lucro o no.  Cuando se nombra a un médico director de un hospital, o Ministro de Salud, se causa un doble daño.  Se prescinde de los servicios curativos de un experto, con lo cual sufren sus pacientes,  y sufre el hospital, o la Secretaría de Salud, cuando son dirigidas y administradas por alguien que no fue formado para ello.  En los países desarrollados los hospitales no son dirigidos por galenos, sino por personas especializadas en la administración de esos centros (quienes típicamente no son médicos). Solo en los países subdesarrollados se piensa que un hospital, o la Secretaría de Salud, deben ser dirigidos por un médico. Esperemos por tanto que la UNAH seleccione a la persona idónea para dirigir el Hospital Escuela.
Para continuar con el proceso de reforma me permito sugerirle al Presidente que traslade todos los hospitales públicos al Instituto de Seguro Social, ya que esa institución, a pesar de sus debilidades, ha demostrado mejores resultados en la gestión hospitalaria.  El traslado se haría con el compromiso de prestar servicios a asegurados y no asegurados, y el estado le compensaría por los servicios prestados a los no asegurados.  En la Administración Maduro decidimos emprender esta reforma, pero ya era muy tarde en el período presidencial y por tanto no pudimos concretarla.  Ahora el Presidente Lobo tiene la oportunidad de tomar otra medida reformista que prestigie a su gobierno.  De esta forma, la Secretaría de Salud podría dedicarse a su verdadera labor, sin ser juez y parte en el tema de la prestación de servicios hospitalarios.  Ojalá que, como dije antes, esta acertada medida tomada por el Presidente sea tan solo un anuncio de lo que vendrá.  Esperemos y veamos.

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