lunes, 25 de marzo de 2013

ANACRONISMOS Y CONTRADICCIONES


Cotidianamente observamos en nuestro país actitudes anacrónicas y contradictorias.  Pareciera que para algunas personas el tiempo se ha detenido y todo permanece inalterable.  Para otros aparentemente no estamos inmersos en una crisis fiscal y por tanto puede procederse como si estuviéramos gozando de una enorme e inusitada riqueza.  Por un lado, en lo referente al anacronismo, se trata de ideas y propuestas que repetidamente han fracasado pero que, a pesar de ello, para algunos siguen siendo atractivas y deseables.  Por otro, en lo que concierne a las contradicciones, se trata simplemente de una fenomenal irresponsabilidad de nuestra clase política.  Permítanme explicarme mejor.


Comencemos con algunos ejemplos de los anacronismos más notables.  Un líder sindical declaró a la prensa que denunciaría a las autoridades del gobierno porque, según él, han congelado los sueldos de los empleados públicos.  ¿Será posible que esta persona no sepa lo que ha venido ocurriendo en Europa a lo largo de los últimos años?  ¿No sabrá que en Europa han reducido los sueldos de los empleados públicos y los del sector privado?  ¿Cuál piensa usted, estimada lectora, que será la reacción de la Organización Internacional del Trabajo cuando reciban esa denuncia?

Algo similar ocurre con otra amenaza de denunciar a las autoridades ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos porque modificaron el régimen de pensiones de los maestros sin haberles consultado.  Uno se pregunta, ¿y en Europa les consultaron?  ¿Ignoramos lo que ocurre en el mundo y que no somos ajenos a lo que pasa en otros países?  Por mucho que el entorno cambie y se transforme, algunas personas se aferran al pasado y  siguen pensando que las “conquistas” son irreversibles.  Cuando el barco pareciera hundirse nos asimos más fuertemente a nuestras ideas anacrónicas, como si fueran un mágico salvavidas.

Pero tal vez la idea más común y anacrónica es aquella que propugna porque el estado sea la solución de todos nuestros problemas.  En lugar de buscar que cada uno de nosotros sea el principal actor en la búsqueda de la solución a sus problemas, gustosamente alienamos nuestros derechos y nos declaramos párvulos para trasladarle la responsabilidad al estado.  Nada ilustra esto mejor que la reacción de algunos frente al continuo crecimiento del consumo de combustible en nuestro país.  Algunas personas se lamentan y se rasgan las vestiduras porque el gobierno no implanta un plan de ahorro de combustible.  Nuevamente, nosotros, los párvulos, necesitamos que el gobierno nos diga cómo actuar.  Estas mismas personas no se toman la molestia de analizar el problema para ver qué papel nos toca a nosotros, y no al gobierno, jugar.  Parecen ignorar el notable incremento que la flota vehicular ha tenido en los últimos años.  La lógica nos diría que si se da un significativo aumento en el número de vehículos que circula en el país, seguramente también se dará un incremento en las importaciones de combustibles.  Que nuestra gente pueda comprar vehículos y pagar el alto costo del combustible es una señal positiva ya que indica que el nivel de vida de nuestros compatriotas está mejorando.  Desde la perspectiva de su nueva posición económica, ellos ven los vehículos y el combustible como bienes que ahora están a su alcance y están dispuestos  a pagar su precio actual.  La lógica nuevamente nos diría que para que el número de vehículos y el volumen de combustible importados baje sería necesario que sus precios aumenten.  Esto a su vez se logra modificando los aranceles de importación, o modificando la tasa de cambio. Pero en lugar de discutir las medidas a tomar para que los consumidores sean los actores en este drama, algunos claman porque el gobierno implante planes de ahorro de combustible, divorciados del precio del bien en cuestión, y que una y otra vez han fracasado, perjudicando la economía y generando corrupción.

En cuanto a actitudes contradictorias, basta con mencionar la reciente decisión del Congreso de comprar mil millones de lempiras en cemento para la construcción de obras que aun no se han definido.  Esta decisión la han tomado mientras los empleados públicos y los alcaldes protestan porque no se les cumplen los compromisos ya contraídos.  Siendo esto así, cabe preguntar ¿a quién mas dejarán de pagarle para beneficiar a las empresas cementeras?  ¿En qué cabeza cabe que en medio de nuestra insolvencia debemos endeudarnos más?  Es difícil entender como nuestros políticos pueden llegar a estos niveles de irresponsabilidad.  La única conclusión a la que se puede arribar es que han perdido totalmente su contacto con la realidad nacional, que se han desconectado del pueblo que les eligió, y que únicamente les motiva su interés personal.  Triste, pero a la vez obligada conclusión.  Tengámosla presente al momento de votar en las próximas elecciones.

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