miércoles, 1 de mayo de 2013

VISITA PRESIDENCIAL


El presidente Obama llegará a Costa Rica en los próximos días para reunirse con los presidentes de Centro América.  América Latina, en general, y nuestra región, en particular, han sido relegadas y olvidadas por la Administración Obama. Precisamente por eso es crucial aprovechar esta oportunidad para plantear y discutir nuestro más sentido problema, el narcotráfico y la violencia.  Si nuestros mandatarios se dedican a abordar temas secundarios habrán desperdiciado la oportunidad y demostrado su total ignorancia de las preocupaciones de nuestros pueblos.  Permítanme explicar por qué.


En algunos periódicos de la región se menciona que hay interés en plantear la profundización del tratado de libre comercio y discutir grandes proyectos de infraestructura.  Sin embargo, ninguna de esas ideas tiene sentido.  El tratado de libre comercio se encuentra en plena vigencia y ahora corresponde a los actores privados sacar ventaja del mismo.  El presidente Obama no puede hacer absolutamente nada sobre este tema sin la autorización del Congreso y sería un grave error el promover que el Congreso de Estados Unidos revise dicho tratado.  La división del Congreso, con una cámara controlada por los Republicanos (promotores del libre comercio) y otra por los Demócratas (detractores del libre comercio) garantiza que la revisión no prosperará.  Peor aún, si en la revisión prevalecen los pocos sindicatos que subsisten en Estados Unidos, que son aliados de los Demócratas, podemos estar seguros que debilitarán el Tratado para, según ellos, promover la generación de empleo en Estados Unidos a costa del desempleo en nuestros países.  En cuanto a infraestructura, el presidente Obama simplemente no cuenta con los recursos necesarios para marcar la diferencia en nuestra región.  Además, en este momento los Republicanos exigen que se reduzca el gasto, por lo que resulta ingenuo pensar en que se podrá agregar fondos en el presupuesto de Estados Unidos para invertir en infraestructura en la región.  Eso no implica que no deba buscarse el apoyo de otros países para emprender obras regionales de infraestructura, como la introducción en la región del gas natural, un combustible relativamente limpio y barato.  Sin embargo, los socios naturales para ese proyecto son México y Colombia, y no Estados Unidos, y es con esos dos países con quienes deberíamos abordar ese tema.

El presidente Obama si puede cambiar la política que su país ha adoptado para combatir el narcotráfico, ya que esa es una decisión del Ejecutivo.  La política actualmente vigente pretende combatir la oferta y el trasiego de la droga, pero ignora totalmente la demanda que se da en Estados Unidos.  Mientras no se enfoque, con igual atención, el problema de la demanda, el problema no tendrá solución.  Nuestros presidentes deberían plantear clara y decididamente que no es aceptable que se piense que la solución consiste en que Estados Unidos solamente ponga dinero, mientras nosotros ponemos los muertos.  Es evidente que en el inmediato plazo nuestros países necesitan apoyo financiero para hacer frente al narcotráfico, pero eso debe ser acompañado de un cambio de política en Estados Unidos que atienda el problema de la demanda.  El sucio negocio de la droga solo dejará de ser rentable cuando baje el precio porque cae o se regula la demanda.

Para colocar el problema en perspectiva basta con recordar las palabras del Jefe del Ejército de Nicaragua, general Julio César Avilés, quien en declaraciones publicadas en el diario La Prensa de ese país el 25 de abril señalaba que Sur América produce 1,500 toneladas de cocaína anualmente y que el 90 por ciento de esa droga pasa por Centro América.  Si bien él estima que capturamos entre 280 y 300 toneladas anualmente, es evidente que el grueso llega a su destino en Estados Unidos.  Es obvio que esa droga no desaparece en la frontera entre México y Estados Unidos, y que los dineros generados por ese negocio luego terminan en los bancos en Estados Unidos.  Para completar el círculo del mal, las tiendas estadounidenses luego venden armas que terminan en manos de los narcotraficantes.  Mientras esto no se discuta abiertamente entre nuestros presidentes y el presidente Obama, el problema no tendrá solución.  El problema no desaparecerá simplemente porque, como los avestruces, escondamos nuestras cabezas en la tierra.

La presidente de Costa Rica recientemente declaró que no desea hablar solo de drogas.  Dijo eso en la misma semana en la cual los periódicos de su país dieron cuenta de la captura de un grupo de narcotraficantes involucrados en el trasiego de toneladas de cocaína.  Independientemente de la posición de doña Laura, el resto de los presidentes deben demostrar que entienden las prioridades y preocupaciones de sus pueblos.  El presidente de Guatemala, don Otto Pérez, viene librando una batalla solitaria y reclamando a Estados Unidos que cambie su fallida política de combate al narcotráfico.  Es hora que el resto de los presidentes de la región acuerpen la posición de don Otto.  Caso contrario, habrán desperdiciado una valiosa oportunidad discutiendo temas secundarios y sobre los cuales el presidente Obama no tiene en absoluto control.  ¡Que Dios ilumine a nuestros gobernantes!

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