El presidente Obama llegará a Costa Rica en los
próximos días para reunirse con los presidentes de Centro América. América Latina, en general, y nuestra región,
en particular, han sido relegadas y olvidadas por la Administración Obama. Precisamente
por eso es crucial aprovechar esta oportunidad para plantear y discutir nuestro
más sentido problema, el narcotráfico y la violencia. Si nuestros mandatarios se dedican a abordar
temas secundarios habrán desperdiciado la oportunidad y demostrado su total
ignorancia de las preocupaciones de nuestros pueblos. Permítanme explicar por qué.
En algunos periódicos de la región se menciona
que hay interés en plantear la profundización del tratado de libre comercio y
discutir grandes proyectos de infraestructura.
Sin embargo, ninguna de esas ideas tiene sentido. El tratado de libre comercio se encuentra en
plena vigencia y ahora corresponde a los actores privados sacar ventaja del
mismo. El presidente Obama no puede
hacer absolutamente nada sobre este tema sin la autorización del Congreso y
sería un grave error el promover que el Congreso de Estados Unidos revise dicho
tratado. La división del Congreso, con
una cámara controlada por los Republicanos (promotores del libre comercio) y
otra por los Demócratas (detractores del libre comercio) garantiza que la
revisión no prosperará. Peor aún, si en
la revisión prevalecen los pocos sindicatos que subsisten en Estados Unidos,
que son aliados de los Demócratas, podemos estar seguros que debilitarán el
Tratado para, según ellos, promover la generación de empleo en Estados Unidos a
costa del desempleo en nuestros países.
En cuanto a infraestructura, el presidente Obama simplemente no cuenta
con los recursos necesarios para marcar la diferencia en nuestra región. Además, en este momento los Republicanos
exigen que se reduzca el gasto, por lo que resulta ingenuo pensar en que se
podrá agregar fondos en el presupuesto de Estados Unidos para invertir en
infraestructura en la región. Eso no
implica que no deba buscarse el apoyo de otros países para emprender obras
regionales de infraestructura, como la introducción en la región del gas
natural, un combustible relativamente limpio y barato. Sin embargo, los socios naturales para ese
proyecto son México y Colombia, y no Estados Unidos, y es con esos dos países
con quienes deberíamos abordar ese tema.
El presidente Obama si puede cambiar la
política que su país ha adoptado para combatir el narcotráfico, ya que esa es
una decisión del Ejecutivo. La política
actualmente vigente pretende combatir la oferta y el trasiego de la droga, pero
ignora totalmente la demanda que se da en Estados Unidos. Mientras no se enfoque, con igual atención,
el problema de la demanda, el problema no tendrá solución. Nuestros presidentes deberían plantear clara
y decididamente que no es aceptable que se piense que la solución consiste en
que Estados Unidos solamente ponga dinero, mientras nosotros ponemos los
muertos. Es evidente que en el inmediato
plazo nuestros países necesitan apoyo financiero para hacer frente al
narcotráfico, pero eso debe ser acompañado de un cambio de política en Estados
Unidos que atienda el problema de la demanda.
El sucio negocio de la droga solo dejará de ser rentable cuando baje el
precio porque cae o se regula la demanda.
Para colocar el problema en perspectiva basta
con recordar las palabras del Jefe del Ejército de Nicaragua, general Julio
César Avilés, quien en declaraciones publicadas en el diario La Prensa de ese
país el 25 de abril señalaba que Sur América produce 1,500 toneladas de cocaína
anualmente y que el 90 por ciento de esa droga pasa por Centro América. Si bien él estima que capturamos entre 280 y
300 toneladas anualmente, es evidente que el grueso llega a su destino en
Estados Unidos. Es obvio que esa droga no
desaparece en la frontera entre México y Estados Unidos, y que los dineros
generados por ese negocio luego terminan en los bancos en Estados Unidos. Para completar el círculo del mal, las
tiendas estadounidenses luego venden armas que terminan en manos de los
narcotraficantes. Mientras esto no se
discuta abiertamente entre nuestros presidentes y el presidente Obama, el
problema no tendrá solución. El problema
no desaparecerá simplemente porque, como los avestruces, escondamos nuestras
cabezas en la tierra.
La presidente de Costa Rica recientemente
declaró que no desea hablar solo de drogas.
Dijo eso en la misma semana en la cual los periódicos de su país dieron
cuenta de la captura de un grupo de narcotraficantes involucrados en el
trasiego de toneladas de cocaína.
Independientemente de la posición de doña Laura, el resto de los
presidentes deben demostrar que entienden las prioridades y preocupaciones de
sus pueblos. El presidente de Guatemala,
don Otto Pérez, viene librando una batalla solitaria y reclamando a Estados
Unidos que cambie su fallida política de combate al narcotráfico. Es hora que el resto de los presidentes de la
región acuerpen la posición de don Otto.
Caso contrario, habrán desperdiciado una valiosa oportunidad discutiendo
temas secundarios y sobre los cuales el presidente Obama no tiene en absoluto
control. ¡Que Dios ilumine a nuestros
gobernantes!
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