lunes, 9 de septiembre de 2013

DECEPCIONANTE EXPERIENCIA

Lo ocurrido en el seno de la Junta Nominadora en el proceso de la confección de la lista de cinco candidatos a ocupar los cargos de Fiscal General y Fiscal General Adjunto ha dejado un amargo sabor a hiel.  Para quienes pensamos que la democracia vibrante y efectiva requiere ampliar los espacios para la participación de la sociedad lo acontecido ha sido una decepcionante experiencia.  Todo pareciera indicar que en nuestro país todos los caminos conducen a la confrontación, a la componenda y al sacrificio del bien común a cambio del beneficio político y personal.  Permítanme explicar por qué.


En el ámbito político prima la tesis que plantea que la solución de nuestros problemas consiste en traspasar el poder de un grupo de políticos profesionales a otro grupo de políticos tradicionales.  Eso es lo que se nos propone cada cuatro años y lo que se discute cuando se reúnen los políticos a considerar las reformas políticas necesarias para abrir espacios de participación para la sociedad.  En estos foros las propuestas más osadas giran en torno a la separación temporal de las elecciones presidenciales, legislativas y municipales.  Brillan por su ausencia las ideas conducentes a retornar el control a la fuente originaria del poder, el ciudadano.  No se menciona, para el caso, las medidas para asegurar la rendición de cuentas de los diputados, tal como la adopción de distritos electorales uninominales.  Seguimos votando, en el caso de Francisco Morazán, por veintitrés diputados que, como representan a todos en el Departamento, al final no representan a nadie.  Ni ellos sienten que nos representan, ni nosotros pensamos que nos representan.  Tampoco se discute la forma de incrementar la participación de la sociedad en la toma de las decisiones más importantes, tal y como ocurre cuando se integran juntas nominadoras para proponer candidatos.  En realidad, las juntas no solo deberían servir para proponer candidatos, sino que también para vigilar el desempeño del nombrado y para autorizar su despido o reemplazo.  Sin embargo, la nominación de candidatos es el primer paso en el proceso de retornar el poder a sus orígenes.

Dada la importancia que les asigno a las juntas nominadoras, vi con optimismo la integración de la Junta para proponer candidatos en el caso del Ministerio Público.  Nunca se me ocurrió que el resultado sería el que se dio, en el cual los integrantes de la Junta pusieron de manifiesto su incapacidad para superar sus diferencias por medio del diálogo y la razón.   En un momento en el cual el Papa Francisco al dirigirse a un grupo de empresarios brasileños destacaba la primacía del diálogo, los integrantes de la Junta renunciaron a él y cayeron en la confrontación y la descalificación mutua.  Una decepcionante y penosa experiencia que hace dudar de la conveniencia de recurrir a tales juntas.  ¿Acaso los integrantes de esa Junta no se percataron del daño que le hicieron a su propia causa con su comportamiento?  ¿Será que al nombrarlos el Congreso sienten que no nos representan a nosotros, los ciudadanos, que tanta esperanza hemos cifrado en su participación en estos procesos?  Tristemente debo reconocer que si concluimos que la participación de ciudadanos honorables en estos procesos es igual que dejarlos en manos de políticos profesionales, entonces debemos también aceptar que estamos a punto de agotar todos los medios a nuestro alcance para marcar un rumbo diferente para nuestro querido país.


No obstante lo ocurrido, permítanme seguir pensando que la participación de la sociedad en el proceso de la toma de las decisiones más importante podrá no ser suficiente para mejorar la calidad de nuestra democracia, pero que no por ello deja de ser una condición necesaria.  Que la penosa situación que recientemente presenciamos nos sirva para meditar sobre nuestras actuaciones y para rectificar según corresponda.  Nuestro país está sumido en una grave crisis y si los ciudadanos nos comportamos como un típico político tradicional y profesional no podremos superarla y nuestra situación, muy mala por cierto, solo se deteriorará aún más. Todavía hay tiempo, pero, por favor, ¡no dilapidemos las oportunidades que se nos presentan!

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