jueves, 14 de noviembre de 2013

DE MAL EN PEOR

Las noticias de esta semana informan que don Nicolás Maduro, el “compañero” a quien don Mel Zelaya ha ensalzado públicamente, va de mal en peor.  Sigue dando palos de ciego, y su última y brillante idea ha sido apoderarse por la fuerza  de varias cadenas de tiendas en Venezuela para obligarlas a bajar sus precios.  De hecho, la oposición lo ha acusado de promover el saqueo de esas tiendas.  Incapaz de detener la galopante inflación que ahora excede el cincuenta por ciento anual, y la drástica e imparable devaluación, donde en la calle el dólar vale entre ocho y diez veces más que en el mercado oficial, ha optado por darle circo al sufrido pueblo venezolano.  Pensará que el apoderarse de tiendas que venden productos electrónicos de alguna manera beneficiará a su partido en las elecciones municipales a celebrarse el 8 de diciembre.  


Lamentablemente,  la expropiación forzosa y el saqueo del cual la oposición acusa a don Nicolás tendrán un efecto nocivo allende de las fronteras venezolanas.  Permítanme explicar por qué.

Para nadie es un secreto que la extrema izquierda, incluida la comunista o la del llamado socialismo del siglo 21, padece de una extrema bancarrota intelectual.  Simplemente no tienen respuesta a los problemas que enfrenta el mundo moderno y, en su desesperación, recurren a medidas que una y otra vez han fracasado estrepitosamente.  Entre estas figuran los controles de precios, las tasas de cambio múltiples, y el crédito bancario dirigido y con tasas de interés subsidiadas.  La experiencia muestra, aún en nuestro país al final de la Administración Azcona, que además de fracasar, esas medidas solo propician la corrupción. Como siempre ocurre, y Venezuela ciertamente no es la excepción, los dólares baratos son otorgados a los familiares y amigos de los gobernantes.  El resto, particularmente los “burgueses” y los empresarios que no son amigos, deben comprar los dólares en la calle, o cerrar sus negocios.  Si el dólar en la calle cuesta entre ocho  y diez veces lo que cuesta el dólar en el reducido y manipulado mercado oficial, ¿a quién puede sorprenderle que los productos importados sean caros?  Lo curioso es que don Nicolás no haya tomado su genial medida en contra de los almacenes que venden alimentos u otros bienes similares, salvo que el haya concluido que un televisor de pantalla plana es una necesidad básica.  En fin, tal vez su pajarito parlanchín le sugirió la brillante idea.

A mi juicio hablar de gobiernos de izquierda o derecha es un anacronismo.  En su lugar cabe hablar de gobiernos responsables e irresponsables, y en honor a la verdad habría que reconocer que los gobiernos del Ecuador, Bolivia y aún Nicaragua, han sido responsables en el manejo de sus economías.  Sus posiciones en el ámbito internacional, y en lo referente a la independencia de poderes, del papel de los pesos y contrapesos en una democracia, de la reelección ilimitada y la libertad de expresión son frecuentemente chabacanas, pero manejan pulcramente sus economías.  Don Daniel Ortega, por ejemplo, se ha destacado por ser un excelente cumplidor de sus programas con el Fondo Monetario Internacional.  Por el contrario, el gobierno de Argentina, y particularmente el de Venezuela, han puesto en evidencia la absoluta irresponsabilidad con que manejan las finanzas públicas y las consecuencias nefastas están a la vista. Lamentablemente don Mel se ha identificado con don Nicolás, y es probable que esto defina las políticas económicas que doña Xiomara seguiría en caso que el pueblo hondureño se equivoque nuevamente.  Es posible, por supuesto, que yo esté equivocado, pero ¿tendrá sentido tomarse el riesgo?  ¿Valdrá la pena?
La situación macroeconómica de nuestro país es harto difícil, y de ganar doña Xiomara es probable que se agrave.  Es muy probable que su triunfo, de darse, llevaría de inmediato a una concentración en los temas políticos, en particular a la convocatoria de una asamblea constituyente, y al control de los poderes del Estado y de las fuerzas armadas.  Esto a su vez implica que el tema macroeconómico pasaría a segundo plano, lo cual paralizaría la inversión privada, aumentaría el desempleo, permitiría la aceleración de la inflación y propiciaría la devaluación.  Dada la hermandad ideológica de don Mel con don Nicolás Maduro, es razonable suponer que el gobierno de doña Xiomara respondería al agravamiento de la crisis macroeconómica con las fallidas políticas de control empleadas por los gobiernos irresponsables.  Buscaría imponer control de precios, lo cual llevaría al desabastecimiento (véase si no la situación en Venezuela), y acudiría a las tasas de cambio múltiples que solo fomentarían la corrupción.  En el peor de los casos el gobierno podría copiar el tristemente célebre “corralito” empleado en Argentina, por medio del cual impidieron que los ahorrantes tuvieran acceso a sus cuentas bancarias, y en efecto le confiscaron las dos terceras partes de sus ahorros a quienes tenían cuentas en dólares.


Gracias a don Nicolás, el menú de medidas disparatadas se ha ampliado para incluir la toma de las tiendas para obligar a sus dueños a bajar sus precios hasta “que los anaqueles queden vacíos” y hasta para instigar el saqueo.  Es razonable suponer que tarde o temprano en el continente surgirá otro gobierno irresponsable que replique esta medida.   Me parece que esto jamás sucedería en nuestro país, pero algunos seguramente se preguntarán si tiene sentido asumir este riesgo.  Las próximas elecciones nos dirán si logramos navegar con éxito entre Escila (el populismo) y Caribdis (el socialismo del siglo 21), o si nos tropezamos nuevamente en la misma piedra.

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