Las
noticias de esta semana informan que don Nicolás Maduro, el “compañero” a quien
don Mel Zelaya ha ensalzado públicamente, va de mal en peor. Sigue dando palos de ciego, y su última y
brillante idea ha sido apoderarse por la fuerza
de varias cadenas de tiendas en Venezuela para obligarlas a bajar sus
precios. De hecho, la oposición lo ha
acusado de promover el saqueo de esas tiendas.
Incapaz de detener la galopante inflación que ahora excede el cincuenta
por ciento anual, y la drástica e imparable devaluación, donde en la calle el
dólar vale entre ocho y diez veces más que en el mercado oficial, ha optado por
darle circo al sufrido pueblo venezolano.
Pensará que el apoderarse de tiendas que venden productos electrónicos
de alguna manera beneficiará a su partido en las elecciones municipales a
celebrarse el 8 de diciembre.
Lamentablemente, la expropiación
forzosa y el saqueo del cual la oposición acusa a don Nicolás tendrán un efecto
nocivo allende de las fronteras venezolanas.
Permítanme explicar por qué.
Para nadie
es un secreto que la extrema izquierda, incluida la comunista o la del llamado
socialismo del siglo 21, padece de una extrema bancarrota intelectual. Simplemente no tienen respuesta a los problemas
que enfrenta el mundo moderno y, en su desesperación, recurren a medidas que
una y otra vez han fracasado estrepitosamente.
Entre estas figuran los controles de precios, las tasas de cambio
múltiples, y el crédito bancario dirigido y con tasas de interés
subsidiadas. La experiencia muestra, aún
en nuestro país al final de la Administración Azcona, que además de fracasar,
esas medidas solo propician la corrupción. Como siempre ocurre, y Venezuela
ciertamente no es la excepción, los dólares baratos son otorgados a los
familiares y amigos de los gobernantes.
El resto, particularmente los “burgueses” y los empresarios que no son
amigos, deben comprar los dólares en la calle, o cerrar sus negocios. Si el dólar en la calle cuesta entre
ocho y diez veces lo que cuesta el dólar
en el reducido y manipulado mercado oficial, ¿a quién puede sorprenderle que
los productos importados sean caros? Lo
curioso es que don Nicolás no haya tomado su genial medida en contra de los
almacenes que venden alimentos u otros bienes similares, salvo que el haya
concluido que un televisor de pantalla plana es una necesidad básica. En fin, tal vez su pajarito parlanchín le sugirió
la brillante idea.
A mi juicio
hablar de gobiernos de izquierda o derecha es un anacronismo. En su lugar cabe hablar de gobiernos
responsables e irresponsables, y en honor a la verdad habría que reconocer que
los gobiernos del Ecuador, Bolivia y aún Nicaragua, han sido responsables en el
manejo de sus economías. Sus posiciones
en el ámbito internacional, y en lo referente a la independencia de poderes, del
papel de los pesos y contrapesos en una democracia, de la reelección ilimitada y
la libertad de expresión son frecuentemente chabacanas, pero manejan
pulcramente sus economías. Don Daniel
Ortega, por ejemplo, se ha destacado por ser un excelente cumplidor de sus
programas con el Fondo Monetario Internacional.
Por el contrario, el gobierno de Argentina, y particularmente el de
Venezuela, han puesto en evidencia la absoluta irresponsabilidad con que
manejan las finanzas públicas y las consecuencias nefastas están a la vista.
Lamentablemente don Mel se ha identificado con don Nicolás, y es probable que
esto defina las políticas económicas que doña Xiomara seguiría en caso que el
pueblo hondureño se equivoque nuevamente.
Es posible, por supuesto, que yo esté equivocado, pero ¿tendrá sentido
tomarse el riesgo? ¿Valdrá la pena?
La
situación macroeconómica de nuestro país es harto difícil, y de ganar doña
Xiomara es probable que se agrave. Es
muy probable que su triunfo, de darse, llevaría de inmediato a una
concentración en los temas políticos, en particular a la convocatoria de una
asamblea constituyente, y al control de los poderes del Estado y de las fuerzas
armadas. Esto a su vez implica que el
tema macroeconómico pasaría a segundo plano, lo cual paralizaría la inversión
privada, aumentaría el desempleo, permitiría la aceleración de la inflación y
propiciaría la devaluación. Dada la
hermandad ideológica de don Mel con don Nicolás Maduro, es razonable suponer
que el gobierno de doña Xiomara respondería al agravamiento de la crisis
macroeconómica con las fallidas políticas de control empleadas por los
gobiernos irresponsables. Buscaría
imponer control de precios, lo cual llevaría al desabastecimiento (véase si no
la situación en Venezuela), y acudiría a las tasas de cambio múltiples que solo
fomentarían la corrupción. En el peor de
los casos el gobierno podría copiar el tristemente célebre “corralito” empleado
en Argentina, por medio del cual impidieron que los ahorrantes tuvieran acceso
a sus cuentas bancarias, y en efecto le confiscaron las dos terceras partes de
sus ahorros a quienes tenían cuentas en dólares.
Gracias a
don Nicolás, el menú de medidas disparatadas se ha ampliado para incluir la
toma de las tiendas para obligar a sus dueños a bajar sus precios hasta “que
los anaqueles queden vacíos” y hasta para instigar el saqueo. Es razonable suponer que tarde o temprano en
el continente surgirá otro gobierno irresponsable que replique esta
medida. Me parece que esto jamás sucedería en nuestro
país, pero algunos seguramente se preguntarán si tiene sentido asumir este
riesgo. Las próximas elecciones nos
dirán si logramos navegar con éxito entre Escila (el populismo) y Caribdis (el
socialismo del siglo 21), o si nos tropezamos nuevamente en la misma piedra.
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