miércoles, 27 de noviembre de 2013

Pueblo sabio y políticos díscolos

Hemos completado, muy exitosamente, otro proceso electoral.  Los hondureños hemos demostrado al mundo nuestro civismo, nuestra vocación pacífica y nuestro amor por la democracia.  Fueron unas elecciones muy bien gerenciadas por el Tribunal Supremo Electoral, TSE, el cual merecidamente ha recibido el reconocimiento de propios y extraños.  En particular me parece justo mencionar el excelente papel jugado por sus magistrados y en especial por el magistrado presidente, don David Matamoros.  ¡Cómo contrastó su desempeño con el papel jugado por el entonces presidente del Tribunal durante las elecciones en las cuales resultó electo don Mel Zelaya!


Mi más sentido agradecimiento al pueblo hondureño por haber demostrado su sabiduría al haber decidido no tropezar nuevamente con la misma piedra.  Por supuesto que esto no resuelve automáticamente todos nuestros problemas, pero la derrota de Libre era condición necesaria para atender seriamente los escollos que enfrentamos.  Habiendo superado ese obstáculo, ahora podemos hablar con propiedad sobre nuestros retos y sus soluciones.

Contrasta notablemente con la sabiduría del pueblo la actitud díscola y pueril de dos políticos.  Me refiero a la conducta de don Mel y de don Salvador Nasralla.  En realidad, no sorprende el histrionismo de don Mel.  Ya en artículos previos me atreví a vaticinar cual sería su proceder en caso de perder las elecciones.  Tal y como preví, no tardó en pedir a sus seguidores que “salieran a las calles a proteger su triunfo”.  No le importa que el Tribunal Supremo Electoral, los observadores de la OEA, de la Unión Europea y del Centro Carter digan que el proceso fue transparente y que Libre perdió las elecciones.  Tampoco le importa que el gobierno de España y los presidentes Centroamericanos, incluido don Daniel Ortega, su “compañero ideológico”, hayan llamado para felicitar al candidato ganador.  Tampoco vale el criterio de la organización Hagamos Democracia, integrada por la sociedad civil y representantes de las iglesias Católica y Evangélica, quienes le concedan una victoria aún más amplia a don Juan Orlando Hernández.  Sólo don Mel es dueño de la verdad y solo él sabe cuál es el verdadero resultado de nuestras elecciones.   Haciendo gala de una arrogancia que solo puede sustentar la ignorancia, llama a sus seguidores a que traten de imponerse en las calles.  Habiendo fracasado en su intento por lograr el apoyo del pueblo, ahora muestra su total desdeño por la voluntad popular manifestada en las urnas.  ¡Qué dicha que el pueblo es sabio!  Solo podemos pensar en las terribles consecuencias que como nación hubiéramos padecido de haber regresado don Mel al poder.


El caso de don Salvador Nasralla es diferente, aunque similarmente decepcionante. En realidad, don Salvador logró captar un porcentaje impresionante del voto, alrededor de un quince por ciento, mucho más de lo que varios partidos “emergentes” lograron después de décadas de bregar en la política.  Lo razonable hubiera sido agradecer el apoyo del pueblo y buscar como institucionalizar su partido con miras a las próximas elecciones.  Sin embargo, don Salvador se ha dedicado a cuestionar el resultado presentado por el Tribunal Supremo Electoral, con lo cual le hace el juego a don Mel.  Es cierto que don Salvador ha sido más cauto y ha pedido a sus seguidores que no protesten en las calles.  Sin embargo, su empeño en desacreditar el trabajo del TSE perjudica a nuestro país y debilita nuestra institucionalidad. Hemos superado, admirablemente, una etapa  difícil.  Algunos  observadores internacionales, principalmente los simpatizantes de la izquierda, no comprendieron el alcance de la sabiduría de nuestro pueblo y ahora se muestran sorprendidos.  Vinieron, según ellos, a presenciar el retorno glorioso de don Mel, o al menos la revuelta masiva del pueblo al negársele indebidamente el triunfo a Libre.  Ninguna de esas cosas sucedió y han abandonado nuestro país sin pena y sin gloria, dejando solo a don Mel en su rabieta.  En honor a la verdad, ni los llamados de don Mel  a protestar en las calles han tenido eco.  Con excepción de pequeños grupos de revoltosos, la población ha mantenido la calma y vuelto a sus ocupaciones cotidianas.  Demos gracias a Dios por la sabiduría de nuestro pueblo a la vez que le rogamos que perdone e ilumine a nuestros políticos díscolos y pueriles.

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