Hemos
completado, muy exitosamente, otro proceso electoral. Los hondureños hemos demostrado al mundo
nuestro civismo, nuestra vocación pacífica y nuestro amor por la
democracia. Fueron unas elecciones muy
bien gerenciadas por el Tribunal Supremo Electoral, TSE, el cual merecidamente
ha recibido el reconocimiento de propios y extraños. En particular me parece justo mencionar el
excelente papel jugado por sus magistrados y en especial por el magistrado
presidente, don David Matamoros. ¡Cómo
contrastó su desempeño con el papel jugado por el entonces presidente del
Tribunal durante las elecciones en las cuales resultó electo don Mel Zelaya!
Mi más
sentido agradecimiento al pueblo hondureño por haber demostrado su sabiduría al
haber decidido no tropezar nuevamente con la misma piedra. Por supuesto que esto no resuelve
automáticamente todos nuestros problemas, pero la derrota de Libre era
condición necesaria para atender seriamente los escollos que enfrentamos. Habiendo superado ese obstáculo, ahora
podemos hablar con propiedad sobre nuestros retos y sus soluciones.
Contrasta
notablemente con la sabiduría del pueblo la actitud díscola y pueril de dos
políticos. Me refiero a la conducta de
don Mel y de don Salvador Nasralla. En
realidad, no sorprende el histrionismo de don Mel. Ya en artículos previos me atreví a vaticinar
cual sería su proceder en caso de perder las elecciones. Tal y como preví, no tardó en pedir a sus
seguidores que “salieran a las calles a proteger su triunfo”. No le importa que el Tribunal Supremo
Electoral, los observadores de la OEA, de la Unión Europea y del Centro Carter
digan que el proceso fue transparente y que Libre perdió las elecciones. Tampoco le importa que el gobierno de España
y los presidentes Centroamericanos, incluido don Daniel Ortega, su “compañero
ideológico”, hayan llamado para felicitar al candidato ganador. Tampoco vale el criterio de la organización
Hagamos Democracia, integrada por la sociedad civil y representantes de las
iglesias Católica y Evangélica, quienes le concedan una victoria aún más amplia
a don Juan Orlando Hernández. Sólo don
Mel es dueño de la verdad y solo él sabe cuál es el verdadero resultado de
nuestras elecciones. Haciendo gala de
una arrogancia que solo puede sustentar la ignorancia, llama a sus seguidores a
que traten de imponerse en las calles.
Habiendo fracasado en su intento por lograr el apoyo del pueblo, ahora
muestra su total desdeño por la voluntad popular manifestada en las urnas. ¡Qué dicha que el pueblo es sabio! Solo podemos pensar en las terribles
consecuencias que como nación hubiéramos padecido de haber regresado don Mel al
poder.
El caso de
don Salvador Nasralla es diferente, aunque similarmente decepcionante. En
realidad, don Salvador logró captar un porcentaje impresionante del voto,
alrededor de un quince por ciento, mucho más de lo que varios partidos
“emergentes” lograron después de décadas de bregar en la política. Lo razonable hubiera sido agradecer el apoyo
del pueblo y buscar como institucionalizar su partido con miras a las próximas
elecciones. Sin embargo, don Salvador se
ha dedicado a cuestionar el resultado presentado por el Tribunal Supremo
Electoral, con lo cual le hace el juego a don Mel. Es cierto que don Salvador ha sido más cauto
y ha pedido a sus seguidores que no protesten en las calles. Sin embargo, su empeño en desacreditar el
trabajo del TSE perjudica a nuestro país y debilita nuestra institucionalidad. Hemos
superado, admirablemente, una etapa
difícil. Algunos observadores internacionales, principalmente
los simpatizantes de la izquierda, no comprendieron el alcance de la sabiduría
de nuestro pueblo y ahora se muestran sorprendidos. Vinieron, según ellos, a presenciar el
retorno glorioso de don Mel, o al menos la revuelta masiva del pueblo al negársele
indebidamente el triunfo a Libre.
Ninguna de esas cosas sucedió y han abandonado nuestro país sin pena y
sin gloria, dejando solo a don Mel en su rabieta. En honor a la verdad, ni los llamados de don
Mel a protestar en las calles han tenido
eco. Con excepción de pequeños grupos de
revoltosos, la población ha mantenido la calma y vuelto a sus ocupaciones
cotidianas. Demos gracias a Dios por la
sabiduría de nuestro pueblo a la vez que le rogamos que perdone e ilumine a
nuestros políticos díscolos y pueriles.
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