lunes, 23 de diciembre de 2013

¿Quo vadis Libre y PAC?

En las elecciones recién celebradas tanto Libre como PAC obtuvieron una importante cuota de poder.   A diferencia de los llamados “partidos emergentes” que no lograron individualmente captar ni el uno por ciento del voto presidencial, esos dos partidos debutantes lograron un significativo porcentaje del voto.  Queda por ver cómo se desenvolverán en el Congreso, pero ese no será el único factor que determinará su futuro.   Tanto, o más, importante serán el desempeño del gobierno de don Juan Orlando y la actitud que asuman los dueños de los dos nuevos partidos.  Permítanme explicar por qué.

Me parece relativamente claro que el desempeño de los dos partidos en el Congreso servirá para fortalecer o debilitarlos.  Si demuestran ser serios, capaces de desplegar una oposición basada en principios y dirigida a fortalecer nuestro país, la opinión pública les recompensará.  Por el contrario, si caen en la oposición ciega, populista, dogmática o irreflexiva, o si participan en las clásicas componendas que típicamente se dan en el Congreso, o si su preocupación fundamental es ocupar posiciones en la directiva del Congreso, entonces recibirán el repudio de la población.

También resulta evidente que el futuro de esos partidos, y del Partido Nacional, dependerá del éxito de la gestión de don Juan Orlando.  Debo confesar que me ha sorprendido la esperanza de mejoría que ha  despertado el resultado de las elecciones.  La población vislumbra una administración dinámica y capaz de enfrentar los problemas y tomar decisiones.  Sin embargo, si al final del mandato la inseguridad continúa campeando en el ámbito nacional, si persiste el desorden macroeconómico y, consecuentemente el desempleo, si la corrupción no ha sido controlada y reducida, y si se percibe al gobierno como incapaz y mediocre, el partido Nacional sufrirá una dura derrota. Mientras tanto, la oposición, particularmente la menos tradicional, recibirá el beneficio del voto de castigo al partido en el gobierno.  Cabe señalar que el fracaso del partido Nacional no favorecería al partido Liberal. Nuestros viejos partidos tienen vasos comunicantes, y el desprestigio de uno afectará negativamente al otro y hará que los votantes se decidan por probar algo nuevo.  Nos guste o no, la suerte de los dos partidos tradicionales está íntima e inexorablemente ligada.  El mal de uno será el mal del otro, y el éxito de uno fortalecerá al otro.

Al final, a mi juicio, el factor que más profundamente afectará el futuro de los dos nuevos partidos será su institucionalización. Para esto deben dejar de ser la propiedad de caciques y convertirse en partidos abiertos donde todos los miembros son iguales y pueden aspirar a conducir el partido.  Es decir, deben pasar de ser instrumentos de sus supuestos dueños, a ser organizaciones en las cuales son los miembros quienes libremente escogen a sus autoridades, adoptan una ideología y definen la estrategia del partido para hacer frente a los problemas nacionales.  Ceder la propiedad de los partidos no será fácil en el caso que nos ocupa ya que ambos dueños son histriones, con enormes egos, y para ellos ceder en su propiedad es arriesgarse al anonimato que tanto les preocupa.  ¿Piensa usted, estimada lectora, que para la conducción de ambos partidos  y para las próximas elecciones don Mel y don Salvador aceptarán ser uno más y que no pretenderán imponer su voluntad?  ¿Aceptarán no ser la persona más importante en sus respectivos partidos?  ¿Le parece, estimado lector, que ambos acatarán decisiones de su partido con las que no estén de acuerdo?  Si esos partidos no evolucionan sufrirán la misma suerte que los llamados emergentes y sufrirán un desgaste paulatino y continuo hasta pasar al olvido.

No puede negarse que el PAC dio una sorpresa en Cortés.  Evidentemente que su mensaje anticorrupción resonó allá.  Los sampedranos,  menos cercanos al centro de la política, son menos tolerantes de la corrupción.  Uno solo puede preguntarse cuanto más pudieron haber logrado de contar el partido con un candidato presidencial que no se hubiera empecinado con su autodestrucción.  En fin, nuevamente se pone de manifiesto la necesidad que tiene el PAC de superar las limitaciones de quien fuera su candidato presidencial.  De eso dependerá su futuro.


Para concluir es menester reconocer que don Mel ha sido el mejor aliado del partido Nacional.  Son ya dos elecciones en las cuales su presencia en el tablero político le dio el triunfo al partido Nacional. Dios quiera que los líderes del partido entiendan esto y no crean que fue su genio político lo que les produjo el triunfo en las dos últimas elecciones.  En ese sentido, a los Nacionalistas les conviene que don Mel, y también don Salvador, sigan siendo los dueños de sus nacientes partidos.  Eso, y una buena gestión de la Administración Hernández, garantizarían el triunfo en las próximas elecciones.  En cuanto al partido Liberal, o se renueva o se vuelve irrelevante, pero esto será tema de un próximo artículo.

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