En las elecciones
recién celebradas tanto Libre como PAC obtuvieron una importante cuota de
poder. A diferencia de los llamados
“partidos emergentes” que no lograron individualmente captar ni el uno por ciento
del voto presidencial, esos dos partidos debutantes lograron un significativo
porcentaje del voto. Queda por ver cómo
se desenvolverán en el Congreso, pero ese no será el único factor que
determinará su futuro. Tanto, o más,
importante serán el desempeño del gobierno de don Juan Orlando y la actitud que
asuman los dueños de los dos nuevos partidos.
Permítanme explicar por qué.
Me parece
relativamente claro que el desempeño de los dos partidos en el Congreso servirá
para fortalecer o debilitarlos. Si
demuestran ser serios, capaces de desplegar una oposición basada en principios
y dirigida a fortalecer nuestro país, la opinión pública les recompensará. Por el contrario, si caen en la oposición ciega,
populista, dogmática o irreflexiva, o si participan en las clásicas componendas
que típicamente se dan en el Congreso, o si su preocupación fundamental es
ocupar posiciones en la directiva del Congreso, entonces recibirán el repudio
de la población.
También resulta
evidente que el futuro de esos partidos, y del Partido Nacional, dependerá del
éxito de la gestión de don Juan Orlando.
Debo confesar que me ha sorprendido la esperanza de mejoría que ha despertado el resultado de las elecciones. La población vislumbra una administración
dinámica y capaz de enfrentar los problemas y tomar decisiones. Sin embargo, si al final del mandato la
inseguridad continúa campeando en el ámbito nacional, si persiste el desorden
macroeconómico y, consecuentemente el desempleo, si la corrupción no ha sido
controlada y reducida, y si se percibe al gobierno como incapaz y mediocre, el
partido Nacional sufrirá una dura derrota. Mientras tanto, la oposición,
particularmente la menos tradicional, recibirá el beneficio del voto de castigo
al partido en el gobierno. Cabe señalar
que el fracaso del partido Nacional no favorecería al partido Liberal. Nuestros
viejos partidos tienen vasos comunicantes, y el desprestigio de uno afectará
negativamente al otro y hará que los votantes se decidan por probar algo nuevo. Nos guste o no, la suerte de los dos partidos
tradicionales está íntima e inexorablemente ligada. El mal de uno será el mal del otro, y el
éxito de uno fortalecerá al otro.
Al final, a mi juicio,
el factor que más profundamente afectará el futuro de los dos nuevos partidos
será su institucionalización. Para esto deben dejar de ser la propiedad de
caciques y convertirse en partidos abiertos donde todos los miembros son
iguales y pueden aspirar a conducir el partido.
Es decir, deben pasar de ser instrumentos de sus supuestos dueños, a ser
organizaciones en las cuales son los miembros quienes libremente escogen a sus
autoridades, adoptan una ideología y definen la estrategia del partido para
hacer frente a los problemas nacionales.
Ceder la propiedad de los partidos no será fácil en el caso que nos
ocupa ya que ambos dueños son histriones, con enormes egos, y para ellos ceder
en su propiedad es arriesgarse al anonimato que tanto les preocupa. ¿Piensa usted, estimada lectora, que para la
conducción de ambos partidos y para las
próximas elecciones don Mel y don Salvador aceptarán ser uno más y que no
pretenderán imponer su voluntad? ¿Aceptarán
no ser la persona más importante en sus respectivos partidos? ¿Le parece, estimado lector, que ambos
acatarán decisiones de su partido con las que no estén de acuerdo? Si esos partidos no evolucionan sufrirán la
misma suerte que los llamados emergentes y sufrirán un desgaste paulatino y
continuo hasta pasar al olvido.
No puede negarse que
el PAC dio una sorpresa en Cortés.
Evidentemente que su mensaje anticorrupción resonó allá. Los sampedranos, menos cercanos al centro de la política, son
menos tolerantes de la corrupción. Uno
solo puede preguntarse cuanto más pudieron haber logrado de contar el partido
con un candidato presidencial que no se hubiera empecinado con su
autodestrucción. En fin, nuevamente se
pone de manifiesto la necesidad que tiene el PAC de superar las limitaciones de
quien fuera su candidato presidencial.
De eso dependerá su futuro.
Para concluir es
menester reconocer que don Mel ha sido el mejor aliado del partido
Nacional. Son ya dos elecciones en las
cuales su presencia en el tablero político le dio el triunfo al partido
Nacional. Dios quiera que los líderes del partido entiendan esto y no crean que
fue su genio político lo que les produjo el triunfo en las dos últimas
elecciones. En ese sentido, a los
Nacionalistas les conviene que don Mel, y también don Salvador, sigan siendo los
dueños de sus nacientes partidos. Eso, y
una buena gestión de la Administración Hernández, garantizarían el triunfo en
las próximas elecciones. En cuanto al
partido Liberal, o se renueva o se vuelve irrelevante, pero esto será tema de
un próximo artículo.
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