Después del
resultado de las elecciones, que colocaron al partido Liberal en un tercer
lugar, varias personas han planteado la necesidad de una reingeniería para ese
partido. En lo personal, coincido con
ese planteamiento, pero eso lleva a preguntar en que debe consistir la
reingeniería, y a ese fin me atrevo a proponer algunas ideas.
Para
colocar el tema en perspectiva, permítanme hacer un poco de historia. El partido fundado por don Policarpo Bonilla
cumplió 123 años recientemente y vivió su época de oro a mediados del siglo
pasado, cuando don José Ramón Villeda Morales llegó a la presidencia de la
República y adoptó, y puso en marcha, varias ideas que habían sido implantadas
en otros países. Los liberales, con
justicia, rememoran con orgullo esos días, pero lamentablemente eso también
señala que no encuentran motivo de regocijo en la trayectoria reciente de su
partido. De hecho, su legado después del
retorno a la democracia, con excepción del exitoso esfuerzo por reconstruir
el país después del impacto del huracán
Mitch, dista mucho de ser encomiable o elogiable. El partido es recordado por haber prestado el
territorio nacional para que un vecino fuera atacado, por la desaparición
física de varios de nuestros compatriotas, por la irresponsabilidad en el
manejo de nuestra economía y por la promulgación de los tristemente célebres estatutos
gremiales. El manejo irresponsable de
nuestras finanzas nos convirtió, a finales de la década de los ochenta, en
morosos en el pago de nuestras deudas, al grado que, por primera vez en nuestra
historia, México y Venezuela decidieron suspender el envío de gasolina y los
organismos financieros internacionales suspendieron la aprobación de nuevos
préstamos para nuestro país. En resumen,
el desempeño desde el retorno a la democracia, que es el período que la mayoría
de la población recuerda, ha sido muy pobre y para los votantes eso no puede
ser fácilmente compensado por lo que pasó hace ya sesenta años.
No obstante
lo anterior, el partido Liberal cuenta con una amplia base de simpatizantes y
está organizado en todo el ámbito nacional.
Además ha demostrado su capacidad para superar divisiones internas y
salir adelante. Es decir, cuenta con lo
necesario para reconstituirse y convertirse en una alternativa para los
votantes. Por otro lado, el país
necesita de dos partidos responsables y fuertes, y eso, a mi juicio, únicamente
puede encontrarse en los dos partidos tradicionales. Los otros partidos, particularmente Libre y
PAC, tienen dueños, y en ambos casos los dueños no permitirán que los partidos
crezcan, evolucionen y los trasciendan. A mi juicio, se trata de partidos efímeros, lo
cual enfatiza la necesidad de contar con un partido Liberal reconstituido.
Esto nos
lleva a la reingeniería del partido Liberal, la cual debería comenzar con la
definición de su ideología. ¿Es el
liberalismo, entendido conforme a las ideas de Locke, el fundamento de su
ideología? ¿Qué propone en cuanto a la
relación entre el ciudadano y el estado, es decir, nace el estado para servir
al ciudadano, o a la inversa? ¿Considera que el sector privado es el motor de
la economía, o por el contrario se suscribe a la tesis del estado empresario y
emprendedor? ¿Qué plantea para evitar el
desorden en el manejo de las finanzas públicas? ¿Cuál sería el fundamento de su
política internacional? ¿Cuál es su
posición frente a los tratados de comercio y la globalización? ¿Cuál sería su política para asegurar la
seguridad ciudadana? ¿Cuál es su posición en cuanto a la descentralización y en
cuanto al principio de subsidiariedad?
Esas son tan solo unas pocas interrogantes que deberían ser contestadas
mediante la definición de la posición ideológica del partido.
Paralelo a
lo anterior, el partido Liberal debe abrirse y democratizarse. En tanto solo los descendientes de un puñado
de familias puedan aspirar a la candidatura a la presidencia de la República,
el partido se verá como la propiedad de esas mismas familias. Debe recordarse
que un partido que se percibe como cerrado no atrae talento joven e
innovador. Por otro lado, y para colmo
de males, cada periodo electoral parece resultar en la resurrección de varias
figuras gastadas, y en algunos casos, desprestigiadas, lo cual refuerza la
imagen de un partido viejo, atado al pasado y controlado por la
gerontocracia. A esas figuras el partido
debe pedirles que ayuden anónimamente y que den espacio para que otras caras,
jóvenes y soñadoras, capaces de generar esperanza en los votantes, sean la
nueva tarjeta de presentación del partido.
La tarea es
amplia y compleja. Quienes dirigen el
partido en este momento tienen un gran reto frente a ellos, pero como se ha
dicho en otras oportunidades, las grandes crisis generan grandes
oportunidades. Esperemos que don
Mauricio Villeda, una persona ampliamente respetada dentro y fuera de su
partido, pueda ahora conducir un proceso que culmine en el renacimiento del
partido Liberal. Como antes dije, nuestro sistema político y nuestra nación lo necesitan.
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