Recientemente la
atención de los hondureños se ha centrado en el informe de la Junta
Interventora nombrada para investigar la situación del Instituto Hondureño de
Seguridad Social. El informe detalla la
corrupción que se entronizó en la institución, los excesos en los contratos
colectivos y la posible responsabilidad de las Juntas Directivas. Además de exigir que se castigue a los
responsables y que cese la impunidad, la sociedad se esfuerza por entender el
papel de las Juntas Directivas. Los
miembros de las Juntas arguyen que actuaron de buena fe y con base en informes
preparados por comisiones evaluadoras y por la Administración. No hay razón para dudar de su buena fe, por
lo que la pregunta realmente será si desplegaron la debida diligencia en la
toma de decisiones. Sin embargo, ese es
un asunto que se dilucidará en los tribunales, y mientras tanto debemos suponer
que todos son inocentes. Más allá del
escándalo y de la responsabilidad de los diferentes actores, es necesario que
aprendamos de lo ocurrido y revisemos la gobernanza de nuestras organizaciones
para minimizar la probabilidad de que se repitan estos actos. Permítanme compartir con ustedes algunas
ideas.
Parte del problema,
como ahora lo entendemos, ha sido poner en manos de la misma organización los
recursos para atender los programas de invalidez, vejez y muerte, IVM, así como
aquellos destinados a proveer los servicios de salud. Cada vez que los ingresos para atender los
servicios de salud, o las exigencias de los contratos colectivos, han resultado
insuficientes, se ha procedido a tomar recursos de los programas de IVM. Como resultado, y suponiendo que la
separación contable de los dos regímenes ha continuado, se ha generado una
deuda con el régimen IVM que alguien tendrá que pagar, y, por supuesto, ese
alguien seremos nosotros quienes pagamos impuestos. El gobierno tendrá que desatender otras
inversiones prioritarias y urgentes, o subirnos los impuestos para honrar la
deuda. Vista esta situación, parece
obvio que la primera decisión que deberíamos tomar sería separar, no solo
contablemente sino que físicamente, los ingresos de los dos regímenes. Esto implica crear un nuevo instituto de
previsión al cual pagaríamos nuestra contribución al régimen IVM, pagando al
IHSS (o como se llame la nueva organización) lo que actualmente contribuimos al
régimen de salud.
Yendo un paso más
allá, deberíamos aprovechar la fundación del nuevo instituto de previsión para
crear regímenes complementarios al que existe actualmente, tal como se propuso
durante la Administración Maduro. En
aquel entonces, German Leitzelar, a la sazón Secretario de Trabajo y Previsión
Social, encabezó los esfuerzos por crear esos regímenes complementarios, usando
para ello las prestaciones que los trabajadores podrían recibir por un despido
injustificado. Esta era una sólida idea,
que además de proveer una pensión más digna, también permitía atender problemas
económicos que podrían surgir en la vida de los trabajadores. Al final el proyecto no prosperó por la
miopía de los dirigentes sindicales, pero quizás el tiempo haya servido para
que recapaciten y ahora apoyen la idea.
Además de lo anterior,
es indispensable mejorar la gobernanza de las dos nuevas organizaciones. Es evidente que juntas directivas integradas
por representantes de diferentes gremios, empresarios, médicos, trabajadores,
etc., no funcionan. Primero porque los
representantes no necesariamente son personas idóneas, y segundo porque su
lealtad es para quien los nombró, y no para la organización cuya junta
directiva integran. Para colmo de males,
en el caso que nos ocupa, las juntas directivas tranquilamente aceptaron que no
fueran ellas, sino que el Presidente de la República, quien nombrara el
Director del IHSS (según nos dice German Leitzelar, la única excepción a esta
regla fue la Administración Maduro). Al
nombrar el Presidente el Director, la lealtad de este era para con el
Presidente y no con la Directiva. En
toda organización grande se da una asimetría de información; la Administración
siempre está mejor informada que la Junta Directiva. Por esta razón, el Director debe ser nombrado
por la Junta Directiva y debe ser una persona de la absoluta confianza de la
Junta. En el IHSS esto no ocurrió, salvo un caso excepcional, y los resultados
están a la vista.
Para colmo de males,
generalmente se ha optado por nombrar a un médico director del IHSS, aún cuando
carezca de los mínimos conocimientos de administración. Recordemos que la primera tarea del director
es administrar; no es proveer personalmente servicios médicos. No debe
sorprendernos por tanto que quien es ahora reconocido como el mejor director
del IHSS no sea un médico, sino que un empresario nombrado por la junta
directiva durante la Administración Maduro.
Para concluir, para
mejorar la gobernanza de las nuevas
organizaciones debemos recurrir a sendas juntas nominadoras, donde estén
representados los beneficiarios de los regímenes (los pensionados y los
pacientes, respectivamente). Estas
juntas nominadoras deberían, mediante concursos públicos de mérito, y contando
de ser necesario con la asesoría de entes especializados, seleccionar a las
personas que integrarán las juntas directivas.
Las juntas directivas, nuevamente por medio de concursos públicos de
mérito, deberían seleccionar a los directores de las nuevas
organizaciones. Si no aprovechamos para
cambiar, si aplicamos más de lo mismo, obtendremos más de lo mismo. Ya lo decía
Einstein, una señal de demencia es aplicar las mismas medidas y esperar
resultados diferentes. Aprovechemos la
oportunidad que siempre brinda una crisis.
Seamos creativos y adoptemos medidas que nos permitan superar nuestra
inseguridad social.
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