Tal como lo
vaticinaban las encuestas, el FMLN triunfó en las elecciones presidenciales en
El Salvador. La única sorpresa fue que
el holgado margen que le otorgaban los encuestadores se esfumó y al final ganó
por un puñado de votos. La reñida
competencia ha llevado a que Arena, y muchos salvadoreños cuestionen el
resultado y a que presenten recursos ante la Corte Suprema de Justicia. A pesar de esto, me parece muy poco probable
que el resultado cambie. Por tanto, habrá
que entender que ahora El Salvador será gobernado por el ala dogmática y dura
del FMLN. El Frente ganó, pero ¿qué
espera ahora a El Salvador? A mi juicio, la deteriorada economía salvadoreña
sufrirá aún más. Permítanme explicar por
qué.
Según cifras del Banco
Central de Reservas de El Salvador, desde el 2008 el vecino país se convirtió
en un exportador neto de capital. Desde
entonces, el flujo anual neto saliendo de El Salvador ha sido en promedio de
unos $ 1,100 millones. Ese año coincide
con la crisis financiera internacional, pero también con la inminente llegada
del FMLN al poder. Ya en el 2012
ingresaron al país $1,927 millones y salieron $3,055 millones. En el 2013 la inversión extranjera directa en
El Salvador fue la más baja de la región, alcanzando tan solo $287 millones,
mientras que en Costa Rica y Honduras fue de $1,674 millones y $712 millones,
respectivamente. En pocas palabras, ni
nacionales, ni extranjeros, invierten en El Salvador. Como no hay inversión, no hay nuevos empleos,
ni crecimiento económico, por lo que la economía y los ingresos se han
estancado. La pobreza no se ha reducido,
y de no ser por la migración y las remesas la situación sería inmanejable.
Los empresarios
salvadoreños arguyen que no invierten debido a la incertidumbre política, a la
inseguridad y delincuencia, y al bajo crecimiento económico. No invierten, en parte, porque la economía
crece lentamente y por tanto no hay demanda para sus productos, y al no invertir aseguran que la economía
crecerá lentamente. Un círculo vicioso y
destructivo. La incertidumbre política
se torna en incertidumbre económica y los inversionistas dudan de la
permanencia y el respeto a las reglas del juego de la libre empresa. Recuerde, estimada lectora, que el año pasado
el Presidente de Chile visitó El Salvador y presentó los logros económicos, muy
positivos, del modelo chileno.
Consultados en aquel entonces los directivos del FMLN sobre el tema,
fueron contundentes al afirmar que su modelo no era Chile, sino que
Venezuela. Ante tal desfachatez, resulta
perfectamente entendible que los inversionistas salvadoreños inviertan
copiosamente en otros países del continente, y muy frugalmente en El
Salvador. Como he señalado antes, eso
ocurre desde 2008 y ciertamente continuará, posiblemente con renovados bríos,
ahora que el poder está en manos del grupo dogmático del FMLN.
Frente a la escasa
inversión privada, la Administración Funes le apostó a una segunda donación de
la Cuenta del Milenio por un monto de $277 millones que serían utilizados para
el desarrollo turístico de la zona del Pacífico. A diferencia de Honduras, El
Salvador es elegible para donaciones de dicha Cuenta y claramente que
políticamente habría sido un éxito obtener y utilizar los recursos. Sin embargo, a pesar de que la donación fue
aprobada, su desembolso fue supeditado a que se cumpliera con un conjunto de
condiciones, entre ellas que se mejorara el clima para la inversión
privada. La Administración Funes llegará
a su final sin haber podido cumplir con las condiciones. Tocará ahora al nuevo gobierno
cumplirlas. Dado el dogmatismo de la
cúpula del Frente, y su obsesión con el fracasado modelo venezolano, parece muy
poco probable que logren cumplir las condiciones para el desembolso de la
donación. En pocas palabras, es
razonable suponer que habrá muy poca inversión, privada o pública.
El panorama resulta
aún más complicado si se tiene en cuenta que la situación macroeconómica del
país es insostenible. El déficit fiscal
obligará a tratar de continuar endeudando al país, a pesar de que la deuda ya
está alcanzando niveles insostenibles. Por
otro lado, la aprobación de nuevo endeudamiento requiere de mayoría calificada
en la Asamblea Legislativa, cosa que será muy difícil lograr por la
polarización que reina en el país. Como
la dolarización impide que el Banco Central de Reservas pueda imprimir dinero
para financiar el gobierno, algunos suponen que el gobierno podría intentar
eliminar la dolarización (cosa que en Ecuador Correa ni siquiera ha amenazado
con hacer dado el alto costo económico y político que tendría). Otros piensan que en lugar de desdolarizar,
el gobierno buscará apropiarse del control de las pensiones de los
trabajadores. Cualquiera de estas
medidas será vista como un acto desesperado y tendrá serias y negativas
repercusiones sociales, económicas y políticas.
En resumen, la
situación es muy complicada y poco promisoria.
Habrá quienes piensen que la ayuda de Venezuela curará todos los males,
pero la realidad es que El Salvador ha venido recibiendo apoyo venezolano
durante toda la Administración Funes, sin que eso haya marcado una diferencia
en la economía. Dada la situación actual
imperante en Venezuela, lo más probable es que tenga que reducir su apoyo al
gobierno de El Salvador.
También habrá quienes
piensen que el triunfo del FMLN beneficiará a Honduras debido a que los
capitales salvadoreños vendrán acá. Sin
embargo, debe recordarse que eso ya ha venido ocurriendo desde hace años. Por otro lado, las economías más sanas de la
región son la de Guatemala y la de Nicaragua.
Además, el horizonte de los inversionistas se extiende allende de Centro
América. Recientemente leí que el Grupo
Roble había decidido invertir $70 millones en un hotel en República Dominicana. Por el contrario, el riesgo para nosotros es
que el grupo dogmático que ahora controlará el gobierno de El Salvador sucumba
ante la tentación de revivir los temas fronterizos, o de intervenir en nuestra
política interna. Si eso llegara a ocurrir,
la inversión privada en nuestro país seguramente se vería afectada. Visto así, el triunfo del Frente podría
terminar siendo un dolor de cabeza para nosotros.
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