En nuestro país la dirigencia sindical cree firmemente en el concepto de “conquistas”, término que usan para defender los beneficios extraordinarios, y muchas veces injustificables, que obtienen frecuentemente. Según su teoría, las “conquistas” son irrenunciables y permanentes. Además, sirven para establecer el piso de las relaciones a futuro, ya que, según ellos nuevamente, sus negociaciones solo pueden resultar en mejorar lo que ya tienen. Pero, ¿será esto razonable? ¿Será cierto que la magnanimidad extraordinaria, por no decir irresponsable, de algunos políticos, no puede ser revertida si las circunstancias así lo demandan?
Para comenzar, cabe preguntarse de donde proviene esta idea de “conquistas”. Ciertamente no del mundo anglosajón, donde reina supremo el pragmatismo y el realismo. Ellos entienden muy bien que lo que se obtiene en buenos tiempos puede perderse en los malos tiempos. A nadie, incluidos los trabajadores, sorprende eso. Hay quienes dicen que el concepto de “conquistas” proviene de las economías europeas, más bondadosas y humanas, y donde impera el “estado benefactor”. ¿Pero será que la realidad se impone aún en esos países? Veamos que sucede actualmente.
Refiriéndose a la situación por la que atraviesa Grecia, el editorial de La Nación (Costa Rica) decía lo siguiente el pasado 27 de febrero: “¿Por qué llegó Grecia a una situación tan precaria? Para responder hay que remontarse décadas atrás. Las reivindicaciones de los trabajadores y los servidores públicos nunca se correspondieron con su baja productividad ni con los ingresos reales; la economía privada no podía competir con semejantes cargas sociales ni desenvolverse con las rígidas regulaciones del mercado laboral (era demasiado oneroso contratar y despedir empleados). Tampoco podía generar suficientes fuentes de empleo para acomodar la demanda de trabajo ni enfrentar la competencia extranjera. Entonces el sector público se convirtió en el gran empleador, absorbiendo casi el 50% de la fuerza laboral y otorgando generosas condiciones de trabajo y pensiones. Y ahí, de nuevo, la clase política fue históricamente incapaz de contener las causas del desastre.”
Como resultado de la tragedia griega, las autoridades se ven ahora obligadas a corregir los excesos populistas e insostenibles del pasado. En efecto, han reducido los salarios de los trabajadores y sus pensiones, han incrementado la edad de retiro, y han bajado el salario mínimo en más del 20%. Es obvio que han decidido que las “conquistas” en el mejor de los casos son perdurables, o efímeras, y que lo que hoy se da, puede retirarse mañana. Se endeudaron hasta la coronilla para financiar un nivel de vida irreal e insostenible, y ahora, aunque sus acreedores les condonen la mitad de la deuda, tienen que revertir las soñadas “conquistas”. Al final del camino, la realidad se impone, por mucho que duela. Y el dolor griego es profundo. Además de la desaparición de las conquistas, el desempleo crece rápidamente y el nivel de vida bajará súbitamente a niveles más congruentes con la realidad de la competitividad y la economía griega.
España igualmente ha tenido que adoptar medidas draconianas que también implican revertir “conquistas”. Después de todo, el desempleo total ya ronda el 20%, y el desempleo de las personas menores de 25 años llega al 50%. En efecto, las nuevas generaciones enfrentan un futuro sin futuro. Afortunadamente la situación española no es tan grave como la griega, pero aún así tendrán que tomar decisiones muy difíciles que producirán mucho dolor.
Y de nosotros, ¿qué puede decirse? De todos es sabido que recientemente hemos tenido que endeudarnos para pagar los gastos corrientes del gobierno, que principalmente reflejan el peso de los salarios.
Lamentablemente dos gobiernos liberales le causaron un grave daño a la economía del país al haber aprobado sendos estatutos para médicos y maestros. A nadie debe sorprender que endeudarnos para pagar gasto corriente no sea sostenible, y por tanto tarde o temprano también se impondrá la realidad, por muy dolorosa o desagradable que sea. La única forma de evitar esto será que nuestra economía sea más competitiva y vuelva a crecer al seis o siete por ciento anual, cosa que por ahora parece muy poco probable.
En resumen, el concepto de “conquistas” irreversibles es más una manifestación de cómo deseamos que sea el mundo, y no un reflejo de la realidad. Lo que ocurre en Europa, y particularmente en Grecia, pone de manifiesto que dichas “conquistas” son clara y totalmente reversibles. Ojalá que entendamos eso y comencemos a tomar las medidas pertinentes para que nuestros gastos sean congruentes con nuestra realidad, incluyendo la revisión, o derogación de los estatutos. Si no lo hacemos así, tarde o temprano (y probablemente temprano) tendremos que hacer ajustas más profundos y dolorosos. La decisión es nuestra.
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