domingo, 25 de marzo de 2012

DESPENALIZACIÓN DE LAS DROGAS


El Presidente de Guatemala, don Otto Pérez Molina, ha planteado la despenalización de las drogas, y, según las encuestas, esa propuesta goza  de mucho respaldo popular en Guatemala.  Pero, ¿será que don Otto ha encontrado una solución a nuestro más grave problema, o estamos frente a una ilusión?  Me parece que se trata de lo segundo, aunque reconozco que es difícil juzgar la propuesta debido a la falta de información en cuanto a los detalles de la misma.  Permítanme explicar mi posición.

En primer lugar la despenalización podría darse en toda la región, abarcando a todos los países, ya sean estos productores, consumidores o traficantes de drogas, o podría darse solamente en la región centroamericana.  Supongamos, para comenzar, que se restringe y se aplica solamente a Centroamérica.  En ese caso, caben dos alternativas.  Se despenaliza solamente el consumo de las drogas, o se despenaliza también el tráfico de drogas.  Si se hace solo lo primero, entonces el tráfico continuará siendo ilegal y la violencia por el control del nefasto negocio continuaría igual, ya que la situación en Estados Unidos no habría cambiado y la actividad criminal e ilícita continuaría siendo muy lucrativa.  En otras palabras, lo que lograríamos al despenalizar solo el consumo sería que se incremente el número de personas adictas en la región y que la violencia mantenga, o aumente, su nivel en nuestros países.  Al no disponer de los medios para brindar rehabilitación y servicios médicos para los adictos solo habremos agravado nuestra triste situación sin haber logrado ningún beneficio.

Supongamos ahora que se despenaliza no solo el consumo, sino que también el tráfico de drogas y que eso solo ocurre en nuestra región.  Nuevamente, el tráfico seguiría siendo muy rentable ya que en el mercado de los consumidores no se procedería a despenalizar.  Por tanto la lucha por el control del tráfico continuaría igual, generando la misma violencia que ahora.  La única diferencia sería que los traficantes, salvo que se les compruebe la participación en otros delitos penados por la ley, como el homicidio, por ejemplo, pasarían a ser respetables miembros de nuestra sociedad.  Eso implicaría que pueden colocar sus grandes fortunas en nuestros bancos, invertir en bienes y servicios, y participar como cualquier otro en nuestra economía.  Si bien algunos pensarán que eso vendría a mejorar nuestra maltrecha economía, también implica que podrían participar abiertamente, y contribuir sin tapujos, en nuestras campañas electorales, hasta eventualmente apoderarse  del gobierno.  Algunos nuevamente dirán que eso ya ocurre y posiblemente tengan razón.  No obstante, en estos momentos su participación en nuestra política es ilegal y rechazada por la población.  Si se despenalizara el tráfico de drogas la participación de los capos en la política sería legal y no habría razón para que la sociedad la rechazara.  La aprobación, o el rechazo, por parte de la sociedad es un valioso instrumento que no debe ser entregado o alienado sin una poderosa razón.  Es el último bastión de defensa con que contamos.

Cabe, por supuesto, que la despenalización del consumo y el tráfico sea adoptada en todo el continente, y en ese caso la idea tendría mérito.  En efecto, si los países consumidores, particularmente Estados Unidos, decidieran despenalizar tanto el consumo como el tráfico, y trataran el tema como uno de sanidad nacional, entonces el precio de la droga colapsaría y dejaría de ser un negocio sumamente rentable.  Sucedería algo similar a lo que ocurre con el tabaco y el alcohol, donde consorcios internacionales manejan esos negocios sin recurrir a la violencia.  Me parece que en ese caso, y solamente en ese caso, la despenalización tendría sentido.

Lamentablemente, parece poco probable que Estados Unidos adopte esa decisión.  De hecho, ellos no ven un problema en el consumo y el tráfico de drogas.  Ni siquiera es un tema que se mencione en la campaña presidencial y congresional en curso.  No es un asunto al que le concedan prioridad, al igual que ocurre con todos los temas de interés para América Latina.  En estos momentos se da una total desconexión entre nuestras prioridades y las de Estados Unidos.  Siendo esto así, lo único que nos queda es que nos apoyen para que los traficantes encuentren otras rutas más baratas y menos difíciles para llevar su mortífero cargamento a Estados Unidos.  Que nos apoyen para dificultar el ingreso de las drogas a nuestro país y que el problema afecte a otras naciones y no a nosotros.  Por supuesto que esas otras naciones luego presionarán para que se les ayude a evitar que las drogas ingresen a sus países, lo cual eventualmente lleva a que el precio de la droga aumente y a que los capos encuentren el eslabón más débil en la ruta al mercado de Estados Unidos.  Esto también implica que nosotros seguiremos poniendo los muertos, mientras Estados Unidos pone los dólares.  Triste situación para todos nuestros países.

Al final, debemos agradecer a don Otto porque su propuesta puede, y debe, servir para que todos nuestros países presenten una posición unida frente a Estados Unidos exigiendo que tomen medidas para enfrentar el consumo en su país.  Solamente así lograremos resolver esta maldición.  Si eso se hace, si mantenemos una posición conjunta y congruente, tendremos alguna esperanza que el problema se resuelva, y si eso se da, mucho tendremos que agradecer al señor Presidente de Guatemala.

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